Extremadura, una de las comunidades con menor renta per cápita en España, está dando un giro radical en su modelo de desarrollo. Lejos de depender de sectores tradicionales, la región apuesta por convertirse en un polo tecnológico y energético de primer nivel. Este cambio estratégico no es casual: se basa en una ventaja competitiva única —la abundancia de recursos energéticos y agua— que está atrayendo a grandes inversores internacionales.
La producción de energía en Extremadura representa el 12% del consumo nacional anual. Esto incluye una mezcla de fuentes: hidroeléctricas, solares, nucleares y, en menor medida, fotovoltaicas. Sin embargo, hasta ahora, solo una quinta parte de esa energía se ha utilizado directamente por empresas locales. El objetivo ahora es cambiar esa dinámica, atrayendo industrias intensivas en energía que necesiten no solo electricidad, sino también infraestructuras de apoyo y acceso a agua.
Uno de los proyectos más ambiciosos es la futura gigafactoría de baterías de litio para vehículos eléctricos, que la multinacional AESC pretendía instalar en el norte de Cáceres. Con una inversión inicial de más de mil millones de euros —de los cuales 300 millones procederían de ayudas públicas del Perte—, el proyecto prometía generar 900 empleos directos y hasta 3.000 en su fase plena. Aunque la implantación completa aún no se ha concretado, se ha adquirido parte del terreno y se trabaja en un nuevo enfoque menos ligado al automóvil eléctrico, pero que mantenga la viabilidad de las ayudas públicas.
Paralelamente, la región se ha convertido en un imán para los centros de datos. Dos proyectos estratégicos han sido destacados por el Gobierno regional: uno en Navalmoral de la Mata (Cáceres), impulsado por Merlin Properties, y otro en Valdecaballeros (Badajoz), liderado por Edged Energy. Juntos, representan una inversión estimada de 20.000 millones de euros y la creación de 4.000 empleos. El más avanzado es el campus de Nostrum Group en Badajoz, con más de 2.000 millones de inversión y previsión de más de 2.000 puestos de trabajo.
Otro ejemplo tangible de esta transformación es la fábrica de diamantes sintéticos en Trujillo, propiedad de Diamond Foundry Europe SL. Con una inversión de 675 millones de euros, la planta ya emplea a un centenar de personas en su primera fase. Este tipo de industria, altamente tecnológica y con baja huella ambiental, representa el nuevo perfil productivo que Extremadura quiere consolidar.
En Mérida, avanza también la construcción de una planta de cátodos para baterías de litio-ferrofosfato, liderada por la empresa china Hunan Yuneng Technology. Con una inversión de 800 millones de euros y la creación de unos 500 empleos, este proyecto refuerza la apuesta por la cadena de valor de las baterías, clave en la transición energética.
Pero la ventaja de Extremadura no termina en la energía. Su subsuelo alberga una parte significativa de las reservas europeas de materiales críticos, especialmente litio. De los siete yacimientos considerados estratégicos por la Unión Europea, tres están en la región. El más avanzado es el de la mina Aguablanca, en Monesterio (Badajoz), donde se explotará níquel y wolframio. Estos recursos son fundamentales para la industria electrónica, la movilidad eléctrica y la defensa, lo que convierte a Extremadura en un actor clave en la seguridad estratégica de Europa.
Este cambio de paradigma no es solo económico, sino también social y territorial. La región busca romper con su estigma de rezago y convertirse en un referente de innovación sostenible. La proximidad a Madrid y la infraestructura energética existente hacen del norte de Cáceres un enclave privilegiado para la implantación de industrias de alto valor añadido.
La clave del éxito radicará en la coordinación entre administraciones, la atracción de talento y la formación especializada. Extremadura no solo necesita inversiones, sino también una fuerza laboral preparada para los nuevos sectores. Programas de formación dual, colaboraciones con universidades y apoyo a startups serán fundamentales para consolidar este nuevo modelo.
En resumen, Extremadura está escribiendo una nueva página en su historia. De la agricultura y la ganadería a la tecnología y la energía limpia, la región se prepara para liderar una revolución industrial que podría servir de ejemplo para otras zonas rurales de Europa. Con una estrategia clara, recursos naturales y una voluntad política firme, Extremadura no solo quiere salir de la cola: quiere liderar el futuro.