El ámbito del periodismo deportivo y la comunidad valenciana se visten de luto con la reciente pérdida de Delia Bullido, una profesional que no solo rompió barreras sino que también sentó las bases para las futuras generaciones de mujeres en un sector tradicionalmente masculino. Su trayectoria profesional y personal ha dejado una huella profunda tanto en el panorama autonómico como en el tejido local de Buñol, el municipio que la vio crecer y al que siempre mantuvo un cariño especial, demostrando que los grandes profesionales nunca olvidan sus orígenes ni dejan de lado las comunidades que les dieron forma.
La figura de Bullido quedará indeleblemente ligada a la historia del Levante UD, donde se convirtió en la primera mujer en ocupar el puesto de jefa de prensa en un club de Primera División del fútbol español. Este logro, lejos de ser un mero hito estadístico, representó un punto de inflexión en la forma de entender la comunicación deportiva en nuestro país. Durante su etapa en el club granota, su dedicación, rigor y carácter firme la transformaron en un modelo a seguir para decenas de profesionales que llegaron después, especialmente para mujeres que soñaban con hacerse un hueco en este competitivo mundo. Su presencia demostró que la profesionalidad no tiene género y que el talento siempre encuentra su espacio cuando se trabaja con honestidad y perseverancia, sin necesidad de renunciar a la identidad personal.
Desde las entrañas del Levante UD han destacado su compromiso inquebrantable con el club y su contribución decisiva en la modernización de la estructura de comunicación. Bullido defendió siempre la importancia de una información rigurosa y el respeto irrenunciable hacia la profesión periodística, valores que impregnaron toda su labor y que se convirtieron en seña de identidad de su trabajo. Su paso por el club no fue simplemente profesional, sino que marcó una época en la que la comunicación deportiva empezaba a tomarse en serio como una disciplina estratégica. Gracias a su visión, el Levante UD mejoró notablemente su relación con los medios y su proyección institucional, sentando las bases de la comunicación actual del club y estableciendo protocolos que perduran hasta hoy.
Sin embargo, la influencia de Delia Bullido trasciende ampliamente el terreno de juego. Buñol, su pueblo, ocupa un lugar central en su historia. A través de su paso por Radio Buñol y su colaboración con diversos medios locales, supo transmitir esa energía contagiosa y esa pasión por contar las cosas bien, por hacer periodismo de calidad dondequiera que estuviera. No importaba el tamaño del medio, lo que contaba era la honestidad y el rigor informativo, principios que nunca abandonó. Para ella, el periodismo local tenía la misma dignidad que el nacional, y cada historia merecía ser contada con el mismo nivel de exigencia y profesionalismo, porque entendía que la información es un derecho de todos los ciudadanos, independientemente de donde residan.
Su vinculación con la vida cultural del municipio fue más que notable; fue genuina y activa. Junto a Mateo Pérez, Bullido fue artífice de la Procesión del Tomate, una celebración que se celebraba cada primer viernes de las ferias locales y que se convirtió en uno de los eventos más emblemáticos y recordados del calendario festivo. Esta iniciativa, que combinaba tradición, ingenio y un toque de humor, reflejaba perfectamente su espíritu creativo y su amor por las raíces de su tierra. No se trataba de un evento más, sino de una manifestación de cómo la cultura popular puede reinventarse con imaginación y respeto, convirtiéndose en un referente de la identidad local que perduró durante años y que aún se recuerda con nostalgia y cariño por los vecinos que la vivieron.
Quienes tuvieron el privilegio de trabajar a su lado recuerdan una mujer de personalidad vibrante, tenaz y profundamente comprometida con sus convicciones. Tenía la capacidad de defender sus ideas con firmeza sin perder jamás la cercanía ni el cariño por su entorno. Ese equilibrio entre determinación y calidez humana es quizás una de sus enseñanzas más valiosas. En un mundo tan exigente como el deporte profesional, saber mantener la humanidad sin ceder en la exigencia profesional es un arte que pocos dominan como ella. Sus compañeros recuerdan su capacidad para escuchar, para aconsejar y para exigir cuando era necesario, siempre desde el respeto mutuo y la empatía que la caracterizaba.
La partida de Delia Bullido representa un vacío significativo en múltiples ámbitos: el periodismo deportivo pierde a una de sus voces más respetadas; el Levante UD, a una pieza fundamental de su historia reciente; y Buñol, a una ciudadana entregada y visionaria. Se despiden así a una mujer valiente, precursora y visceralmente unida a su comunidad. Su influencia no se limita a los titulares que generó o las ruedas de prensa que organizó, sino que reside en el ejemplo que representó para tantas personas que buscaban una referencia en un mundo complejo y a menudo hostil para las mujeres que se atrevían a liderar en espacios de poder tradicionalmente masculinos.
Desde estas líneas, hacemos llegar nuestras más sinceras condolencias a sus familiares, amigos y a todos aquellos que compartieron con ella su camino profesional y vital. Su legado, sin duda, perdurará en el tiempo, inspirando a futuras generaciones de periodistas y a cualquier persona que crea en el poder de la comunicación honesta y comprometida. Delia Bullido no solo abrió puertas; mostró cómo caminar con dignidad y profesionalidad una vez cruzadas, dejando un camino marcado para quienes vienen detrás. Su memoria será un faro para quienes buscan hacer del periodismo una herramienta de transformación social y cultural, recordándonos que el oficio más antiguo del mundo sigue teniendo el poder de cambiar vidas y comunidades cuando se ejerce con pasión y ética.
En estos momentos de duelo colectivo, la mejor forma de honrar su memoria es seguir los principios que defendió: rigor, honestidad y compromiso con la verdad. Delia Bullido demostró que el periodismo no es solo un trabajo, sino una vocación que puede transformar realidades y abrir caminos donde antes solo había muros. Su historia nos recuerda que cada logro personal puede convertirse en un triunfo colectivo, y que la verdadera grandeza se mide por el impacto positivo que dejamos en quienes nos rodean.