El poder de la literatura reside en su capacidad para alterar nuestra percepción del mundo y de nosotros mismos. Dos autores contemporáneos, aunque de generaciones distintas, han logrado precisamente esto: Umberto Eco con su monumental obra que revisita el siglo XIV, y Pilar Quintana con su incursión en las tinieblas del ser humano y la naturaleza salvaje.
El nombre de la rosa representa mucho más que una simple novela policíaca ambientada en la Edad Media. Publicada en 1980, esta obra cumbre de Umberto Eco se erige como un hito indiscutible de la narrativa del siglo XX, figurando incluso entre los cien títulos fundamentales según la prestigiosa publicación Le Monde. La trama se desarrolla en el año 1327, cuando el franciscano Guillermo de Baskerville llega a una abadía benedictina para investigar una serie de muertes misteriosas.
Lo que distingue a esta novela es su extraordinaria fusión de géneros. Eco amalgama con maestría elementos de la novela gótica, la crónica medieval y el relato detectivesco, creando una estructura narrativa única que desafía las convenciones tradicionales. El lector acompaña a Guillermo y a su joven discípulo Adso en un periplo intelectual y peligroso, donde cada pista descubierta en la biblioteca del monasterio revela no solo el misterio criminal, sino también las complejas tensiones teológicas y políticas de una época convulsa.
La reconstrucción histórica que ofrece Eco es simplemente admirable. A través de sus páginas, el siglo XIV cobra vida con una precisión asombrosa, mostrando las disputas entre franciscanos y benedictinos, las luchas de poder de la Iglesia, y el paulatino surgimiento de una nueva forma de pensar. La abadía se convierte en un microcosmos donde se reflejan todos los conflictos de la Cristiandad occidental, y la biblioteca, laberíntica y prohibida, simboliza el conocimiento como poder y peligro simultáneamente.
Precisamente sobre esta obra, la escritora e historiadora Irene Vallejo ha manifestado que cambió nuestra forma de mirar los libros, definiéndolos como "imprescindibles, pequeños, frágiles, a veces criminales". Esta reflexión capta la esencia de cómo Eco transformó la literatura: convirtiendo el objeto libro en protagonista, en arma, en peligro y en salvación.
En el otro extremo del espectro narrativo, pero con igual intensidad, se sitúa la obra de Pilar Quintana. La colombiana, galardonada con los premios Alfaguara de Novela y Nacional de Narrativa Colombiana, además de haber sido finalista del National Book Award, regresa el 10 de septiembre con Noche negra, una novela que promete sumergir al lector en las profundidades más oscuras del ser humano.
La historia sigue a Rosa, una mujer que abandona su vida urbana para trasladarse con su pareja irlandesa, Gene, a las costas del Pacífico colombiano. Rodeada por una naturaleza exuberante pero hostil, Rosa se enfrenta a su soledad cuando Gene debe ausentarse. En apenas cuatro días, la protagonista debe lidiar con elementos primigenios: vendavales devastadores, insectos, la oscuridad absoluta de la luna nueva, y lo más amenazante, la transformación de sus vecinos en figuras impredecibles y terroríficas una vez la perciben vulnerable.
Quintana teje una narrativa donde el suspense psicológico se entrelaza con la crítica social y la exploración de la condición femenina. La selva no es solo un escenario, sino un personaje más que refleja el estado interior de Rosa: su miedo, sus traumas y sus secretos. La escritora construye una tensión afiladísima que, como ha señalado la autora Sara Mesa, combina "brutal lirismo" con un "caminar contra lo esperado".
La crítica especializada ha elogiado la capacidad de Quintana para crear atmósferas opresivas sin caer en lo gratuito. Irene Vallejo, quien ya había alabado la voz de la autora colombiana como "poderosa e inquietante", destaca en esta ocasión cómo la escritora "traza un mapa inolvidable del desgarrador camino hacia la libertad" entre la lucidez, la inocencia, el suspense y los laberintos del deseo.
La obra anterior de Quintana, Los abismos, ya había demostrado su maestría en la exploración de la psicología infantil y los secretos familiares. En esa novela, la autora construía un relato donde la perspectiva de una niña revelaba las grietas de una familia aparentemente normal. La tensión narrativa, poética y nada complaciente, establecía un nuevo estándar en la narrativa latinoamericana contemporánea.
Con La perra, Quintana ya había incursionado en el paisaje selvático de su país, mostrando una mirada única sobre la maternidad, la crueldad y la inexorabilidad de la naturaleza. La crítica Mariana Enríquez resaltó cómo de ese libro "se sale distinto", subrayando la capacidad de la autora para transformar al lector a través de una visión sobre la maternidad y el paisaje colombiano que resulta "tan hermoso como brutal".
Lo que une a estos dos autores, a pesar de sus diferencias estilísticas y temporales, es su capacidad para usar la ficción como herramienta de conocimiento. Tanto Eco como Quintana entienden que la literatura no debe ser mera distracción, sino un medio para cuestionar, explorar y transformar. Mientras Eco nos invita a reflexionar sobre el poder del conocimiento y la palabra en el contexto medieval, Quintana nos sumerge en las profundidades del miedo, la soledad y la supervivencia femenina en el mundo actual.
La importancia de estas obras radica en su habilidad para trascender sus respectivos géneros. El nombre de la rosa es simultáneamente novela histórica, thriller intelectual y alegoría sobre el totalitarismo. Noche negra combina el terror psicológico, el drama social y la crítica al patriarcado en una síntesis narrativa poderosa.
Para el lector contemporáneo, estas obras ofrecen dos experiencias distintas pero complementarias. La de Eco es un ejercicio intelectual que exige pausa y reflexión, donde cada detalle encierra múltiples significados. La de Quintana es una inmersión visceral que atrapa desde la primera página, donde la tensión emocional nunca decae.
En un momento donde la literatura a menudo busca la inmediatez y la simplificación, ambos autores defienden la complejidad y la profundidad. Demuestran que es posible entretener sin renunciar a la calidad literaria, que se puede ser accesible sin ser banal, y que la ficción sigue siendo uno de los mejores instrumentos para comprender la condición humana en todas sus facetas.
La recomendación es clara: acercarse a estas obras con la mente abierta y el corazón dispuesto. Ya sea a través de los pasillos enigmáticos de una abadía medieval o bajo la selva oscura del Pacífico colombiano, la literatura de Eco y Quintana nos recuerda que los libros siguen siendo, como dijo Vallejo, imprescindibles en nuestra vida.