En un momento cargado de espontaneidad y complicidad, el veterano periodista Miguel Ángel Aguilar protagonizó una de las escenas más divertidas de la entrega del Premio de Periodismo Francisco Cerecedo. Su comentario, dirigido con cariño a la Reina Letizia, desató risas entre los asistentes y hasta obligó al Rey Felipe VI a intervenir con un toque de humor para aclarar el asunto.
El evento, celebrado en el emblemático Hotel Ritz de Madrid, reunió a los grandes nombres del periodismo español. Entre ellos, Fran Sevilla, reportero de Radio Nacional de España, quien recibió el galardón por su trayectoria en zonas de conflicto y su compromiso con la verdad. Pero más allá del reconocimiento profesional, fue el momento de camaradería entre colegas lo que robó el protagonismo.
Aguilar, conocido por su estilo directo y su larga trayectoria en la crónica parlamentaria, aprovechó su intervención para hacer una confesión inesperada. Con una sonrisa, recordó una conversación previa con la Reina: «No hay música ambiental, tengo esto pendiente con la Reina, que siempre me dice que vaya por otros caminos y abandone un poco la música clásica. Dice que es excesivo, que de vez en cuando hay que ir a otras modalidades musicales y lo estamos estudiando».
La reacción de Doña Letizia fue inmediata: una mezcla de sorpresa y diversión que no pasó desapercibida. Su gesto, relajado y cómplice, demostró que, lejos de ofenderse, disfrutó del momento. Y es que, aunque hoy ocupa un papel institucional, la Reina sigue siendo una profesional del periodismo en el corazón, y entiende el humor entre colegas.
La risa contagiosa de los presentes no pasó desapercibida para el Rey Felipe VI, quien, al tomar la palabra, decidió hacer una aclaración con toque de humor. «Permitidme una aclaración previa», comenzó, reconociendo que se veía obligado a actuar como «portavoz» de su esposa. «A la Reina le gusta la música clásica, pero también le gusta la variedad. Todos somos grandes aficionados de Bach, así que bienvenido», añadió con una sonrisa que arrancó más aplausos.
Este intercambio no solo mostró la cercanía entre los Reyes y el mundo del periodismo, sino también la naturalidad con la que ambos manejan los momentos espontáneos. Doña Letizia, que en su etapa como periodista trabajó en medios como TVE y CNN+, sigue manteniendo vínculos con sus antiguos compañeros. Y aunque su rol actual es muy distinto, su sentido del humor y su capacidad para conectar con los demás siguen intactos.
El Rey, por su parte, demostró una vez más su habilidad para manejar con elegancia y gracia los momentos inesperados. Su intervención no solo sirvió para desactivar cualquier malentendido, sino también para reforzar el mensaje central del evento: el valor del periodismo serio y comprometido.
Durante su discurso, Felipe VI no dudó en destacar la labor de Fran Sevilla, un periodista que ha cubierto conflictos en zonas de guerra y que representa el espíritu de quienes creen que la verdad importa. «Cuando se premia a un periodista como Fran Sevilla, también se celebra el valor de todos los profesionales que siguen creyendo que la verdad importa», afirmó con convicción.
La noche, además de ser un homenaje al periodismo, se convirtió en un reflejo de la humanidad detrás de los títulos reales. La Reina, con un elegante vestido monocolor en tono burdeos, y el Rey, con su habitual sobriedad, demostraron que, más allá de los protocolos, también saben disfrutar de un buen momento de complicidad.
Este episodio también pone de manifiesto la importancia de la comunicación humana, incluso en contextos formales. En un mundo donde la información se consume a toda velocidad, momentos como este recuerdan que el humor, la empatía y la cercanía siguen siendo valores fundamentales.
La broma de Aguilar, lejos de ser una simple anécdota, se convirtió en un símbolo de la conexión entre la monarquía y los medios. Y es que, en tiempos donde la distancia entre las instituciones y la ciudadanía puede parecer grande, estos gestos humanos ayudan a construir puentes.
En definitiva, la entrega del Premio Cerecedo no solo fue un reconocimiento a la labor periodística, sino también una celebración de la humanidad detrás de los roles públicos. Y si hay algo que quedó claro esa noche, es que la música clásica puede ser un gusto compartido, pero la variedad, como la vida misma, siempre enriquece.