El periodista y escritor Alfonso Ussía ha fallecido este martes a los 77 años en Ruiloba, Cantabria, dejando un vacío irreparable en el panorama del humor y la sátira española. Con una carrera que se extendió durante más de cinco décadas, Ussía se consolidó como una de las voces más ácidas, inteligentes y transgresoras de su generación, capaz de convertir la crítica política y social en un arte literario de primer orden.
Nacido en el seno de una familia con profunda tradición intelectual, Ussía heredó el ingenio de maestros del humor como Pedro Muñoz Seca, de quien era descendiente directo. Sin embargo, le tocó vivir y crear en una España compleja y convulsa, donde el humor ácido no siempre fue bien recibido por los poderes establecidos. Fue precisamente esta circunstancia la que forjó su estilo inconfundible: una sátira mordaz que combinaba la elegancia de la tradición británica con la picardía ibérica más genuina.
Su paso por los medios de comunicación fue tan prolífico como heterogéneo, marcando una época en cada plataforma que tocó. En televisión, ideó y desarrolló series que se convirtieron en referentes de la comedia inteligente y sofisticada. En la radio, sus intervenciones junto a Luis del Olmo en el mítico programa 'Protagonistas' se convirtieron en cita obligada para millones de oyentes que encontraban en su voz un contrapunto necesario y refrescante al discurso oficial y políticamente correcto. En la prensa escrita, sus columnas desplegaban un ingenio que bebía tanto de las fuentes clásicas del humor español como de las páginas de La Codorniz, la mítica revista fundada por Álvaro de Laiglesia que marcó a toda una generación de humoristas.
Lo que distinguía fundamentalmente a Ussía era su capacidad para crear humor de raíz literaria. No se trataba de simples chistes o gagss, sino de construcciones narrativas elaboradas y cuidadas, donde la ironía servía como vehículo principal para la crítica social y política. Como él mismo afirmó en alguna ocasión, en otra vida hubiera sido un humorista inglés, pero le tocó la España de las herencias difíciles, donde la sátira política generaba más enemigos que aplausos y donde cada palabra escrita podía tener consecuencias inesperadas.
Su bibliografía extensa y variada refleja esa maestría innegable. Títulos como 'Fustas y caricias', 'Sin acritud', 'Por fin entramos en Europa', 'Golfos, gafes y gorrones' o 'Manual del ecologista coñazo' conforman un corpus literario donde el juego de palabras, el doble sentido y la parodia alcanzan su máxima expresión. En cada página, Ussía demostraba que el humor puede ser tan exigente, refinado y complejo como cualquier otro género literario, exigiendo del lector una cultura y una agudeza equivalentes a las del propio autor.
Quizás su creación más emblemática y perdurable fue el marqués de Sotoancho, un personaje que trascendió la mera ficción para convertirse en un referente cultural de primer orden. A través de este aristócrata ficticio, Ussía construyó una crónica paralela y desenfadada de la España real, donde la exageración y el sarcasmo permitían decir verdades incómodas que de otra forma habrían sido impensables. El marqués no solo era un vehículo cómico, sino un espejo deformante pero clarividente de nuestra propia realidad política y social.
La sátira de Ussía no estaba exenta de riesgos personales y profesionales. Su afilado lápiz provocó las iras de varios políticos y personajes públicos, algunos de los cuales no dudaron en llevarlo a los tribunales por injurias y calumnias. Figuras históricas como Tierno Galván o Joaquín Leguina se sintieron ofendidos por sus parodias, iniciando procesos judiciales que, paradójicamente, solo aumentaron la popularidad y la leyenda del humorista. Con el tiempo, muchos de estos supuestos 'enemigos' acabaron convirtiéndose en amigos personales, reconociendo el talento y la honestidad intelectual de quien sabía reírse también de sí mismo sin piedad.
Precisamente esa capacidad de autocrítica y de no tomarse en serio a sí mismo era una de sus señas de identidad más destacadas. Ussía no se limitaba a mofarse de los demás; su propia figura, su aristocrática descendencia y sus contradicciones personales eran materia prima constante para su humor. Esta honestidad intelectual le granjeó el respeto incluso de quienes no compartían sus ideas políticas o ideológicas, demostrando que el verdadero humor es transversal y democrático.
El legado de Alfonso Ussía trasciende ampliamente su propia obra individual. Su hijo, Alfonso Ussía hijo, ha seguido sus pasos como humorista y escritor, perpetuando una saga familiar que ya es parte de la historia cultural española contemporánea. La tradición continúa, pero la voz original, inimitable e irrepetible, se ha callado para siempre, dejando un silencio que será difícil de llenar.
En el panorama actual, donde el humor a menudo se confunde con la simple provocación gratuita o el insulto fácil, la obra de Ussía nos recuerda que la verdadera sátira requiere inteligencia, cultura, valentía y una profunda responsabilidad social. Su muerte deja un espacio que difícilmente podrá ser ocupado, pero también un canon de cómo reírse de lo políticamente correcto sin caer en la grosería ni en la falta de respeto.
España pierde hoy a uno de sus observadores más lúcidos e incisivos, a un maestro capaz de encontrar la risa en los lugares más inesperados y de hacer pensar mientras se ríe. Alfonso Ussía no solo narró su tiempo; lo interpretó, lo desmontó y lo reconstruyó con las herramientas del humor más exigente y sofisticado. Su voz, afortunadamente, permanecerá viva en sus libros, en las grabaciones de sus intervenciones radiofónicas y televisivas, y en la memoria de quienes tuvieron el privilegio de disfrutar de su ingenio en directo.
El país que a veces no supo reírse con él, que lo llevó a juicio y lo criticó, hoy llora su pérdida y reconoce su valor. Y eso, quizás, sea el homenaje más sincero y merecido a un hombre que dedicó su vida entera a hacer pensar a los demás a través de la risa, demostrando que el humor, cuando es verdadero, es una de las formas más poderosas de conocimiento y de crítica social.
Para las nuevas generaciones de humoristas, Ussía representa un modelo de integridad creativa y de compromiso con la calidad literaria. Su influencia se percibe en quienes intentan combinar el humor con la crítica social, aunque pocos logran alcanzar su nivel de sofisticación y elegancia. La escuela de humor que dejó no tiene nombre oficial, pero se reconoce en cada texto que busca hacer reír y pensar simultáneamente.
Finalmente, su figura quedará para la historia como ejemplo de cómo el humor puede ser una herramienta de resistencia intelectual y de denuncia social, sin renunciar nunca a la elegancia ni a la precisión del lenguaje. Alfonso Ussía fue, en definitiva, un clásico moderno que supo mantener vivas las mejores tradiciones del humor español mientras las renovaba para cada nueva época.