El 28 de diciembre ocupa un lugar singular en el calendario litúrgico católico y en la tradición popular española. Esta fecha conmemora la Fiesta de los Santos Inocentes, una celebración que rememora uno de los episodios más conmovedores del Nuevo Testamento y que, paradójicamente, ha derivado en la jocosa costumbre de las inocentadas. La dualidad entre el carácter solemne de su origen bíblico y el sentido festivo que ha adquirido con el tiempo convierte a esta jornada en un fascinante ejemplo de cómo evolucionan las tradiciones culturales.
El fundamento religioso de esta conmemoración se encuentra en el Evangelio según san Mateo, que narra la reacción del rey Herodes ante el anuncio del nacimiento del Mesías. Tras ser informado por los magos de que había nacido un nuevo rey de los judíos en Belén, Herodes, consumido por la paranoia y el deseo de mantener su poder, ordenó un acto de extrema crueldad: la ejecución de todos los niños varones menores de dos años en la región. Esta matanza, aunque no cuenta con evidencia histórica externa a los textos bíblicos, ha sido durante siglos un elemento central en la teología cristiana como testimonio de la persecución sufrida por Jesús desde su infancia.
La Iglesia católica venera a estas víctimas como los primeros mártires de la fe cristiana, niños inmolados no por haber profesado conscientemente la religión, sino por haber sido instrumento de la salvación divina. En el Martirologio Romano, el libro oficial que recoge las biografías de los santos y mártires, se describe esta fecha como la fiesta de aquellos niños que derramaron su sangre por Cristo, convirtiéndose en «primicia de todos los que habían de derramar su sangre por Dios y el Cordero». Esta consideración teológica otorga a los Santos Inocentes un estatus único: son mártires por excelencia, pues su inocencia radical los hace paradigma de pureza y entrega absoluta.
La liturgia del día refleja esta dualidad entre el dolor y la esperanza. Las lecturas y oraciones resaltan el misterio de la redención a través del sufrimiento inmerecido, mientras que la música y el ambiente litúrgico mantienen un tono de celebración, pues estos niños son considerados testigos privilegiados de Cristo. En muchas iglesias, especialmente en España y Latinoamérica, se ofician misas solemnes que recuerdan no solo el episodio bíblico, sino también todos los niños que han perecido víctimas de la violencia y la injusticia a lo largo de la historia.
Curiosamente, esta conmemoración de carácter trágico ha derivado hacia una tradición popular centrada en el humor y el engaño lúdico. La costumbre de las inocentadas consiste en gastar bromas inofensivas a familiares, amigos y conocidos, invitándoles a creer algo falso para después revelar la broma con el grito de «¡Inocente!». El origen de esta práctica parece residir en la misma naturaleza de la fecha: al ser una fiesta de niños, se asoció con la ingenuidad y la facilidad para ser engañado, es decir, con la inocencia en su sentido más literal.
Esta tradición ha arraigado profundamente en la cultura hispana, convirtiéndose en una de las fechas preferidas para el humorismo en medios de comunicación, redes sociales y espacios cotidianos. Periódicos y emisoras de radio elaboran noticias falsas con la intención de sorprender a su audiencia, manteniendo viva una costumbre que, aunque secularizada, mantiene su vínculo etimológico con la festividad religiosa. La evolución de un rito de duelo litúrgico a una jornada de risa colectiva demuestra la capacidad de las sociedades para resignificar sus propias tradiciones, adaptándolas a nuevos contextos y sensibilidades.
Además de los Santos Inocentes, el santoral del 28 de diciembre incluye otras figuras de notable relevancia. La Iglesia recuerda a San Teona, una mártir de la antigüedad cuya devoción ha perdurado en comunidades concretas. También se conmemora a San Antonio monje, reconocido por su vida ascética y su contribución al monaquismo oriental. Por último, la figura de San Gaspar del Búfalo, fundador de la Congregación de los Misioneros del Preciosísimo Sangre, aporta a esta fecha un carácter misionero y de renovación espiritual que enriquece el significado de la jornada.
El concepto de santoral hace referencia al conjunto de santos y beatos que la Iglesia católica celebra a lo largo del año litúrgico. Esta estructura temporal no es arbitraria, sino que responde a un criterio teológico y pastoral que distribuye las conmemoraciones de manera que los fieles pueda meditar sobre diferentes aspectos de la vida cristiana. El Martirologio Romano, como instrumento oficial, cataloga cerca de siete mil santos y beatos, asignándoles fechas específicas que a menudo coinciden con el aniversario de su muerte o con algún acontecimiento significativo de su vida.
La distinción entre santo y beato responde a un proceso formal conocido como canonización. La consideración de beato constituye una etapa intermedia en el camino hacia la santidad plena, reconociendo que una persona ha vivido con heroicidad las virtudes cristianas y puede ser venerada en un ámbito territorial concreto. Los santos, por su parte, son ejemplos universales de vida cristiana, cuya intercesión puede ser invocada por toda la Iglesia. Ambas categorías reflejan la riqueza de la espiritualidad católica, que ve en la historia de estos hombres y mujeres un testimonio vivo del Evangelio.
La Fiesta de los Santos Inocentes, por tanto, no es una mera tradición folklórica, sino una conmemoración de profundo calado teológico que ha sabido adaptarse a la cultura popular sin perder su esencia. En un mundo donde la violencia contra los más vulnerables sigue siendo una realidad dolorosa, esta fecha invita a la reflexión sobre la protección de la infancia y la defensa de la vida inocente. Al mismo tiempo, la tradición de las inocentadas nos recuerda que el humor y la alegría también forman parte de la experiencia humana, y que incluso desde el dolor puede surgir una celebración de la vida.
En definitiva, el 28 de diciembre representa una síntesis única de fe, historia y cultura popular. Desde las páginas del Evangelio de Mateo hasta las bromas contemporáneas, esta jornada ha recorrido un largo camino que habla de la capacidad de las tradiciones para reinventarse. Ya sea participando en una misa solemne o gastando una inocentada a un amigo, esta fecha nos invita a conectar con una herencia milenaria que continúa vigente en nuestra sociedad.