Francia aprueba el presupuesto de la Seguridad Social por estrecho margen

La Asamblea Nacional respalda la propuesta del gobierno de Lecornu con 247 votos a favor, incluyendo la suspensión de la controvertida reforma de pensiones de 2023

El Parlamento francés ha dado un importante impulso al ejecutivo de Sébastien Lecornu tras la aprobación este martes del proyecto de ley del Presupuesto de la Seguridad Social. La votación, celebrada en la Asamblea Nacional, se saldó con un ajustado resultado de 247 votos a favor y 234 en contra, lo que pone de manifiesto la complejidad del panorama político actual en el país galo y las dificultades que enfrenta el primer ministro para consolidar sus iniciativas legislativas en un hemiciclo marcado por la división. La aprobación representa un paso crucial para el Gobierno, que aspira a cerrar las cuentas públicas correspondientes al ejercicio 2026 antes de que finalice el año en curso, un objetivo que se antoja ambicioso en el contexto de tensión política y económica que atraviesa la nación. La medida, que ahora debe tramitarse en el Senado antes de regresar a la Cámara Baja para su definitiva ratificación, incluye una disposición especialmente significativa: la suspensión de la reforma de las pensiones aprobada en 2023, que preveía el incremento progresivo de la edad de jubilación de 62 a 64 años. Esta concesión ha sido fundamental para asegurar el respaldo de los diputados socialistas, un grupo parlamentario cuya colaboración resulta imprescindible para la gobernabilidad en la actual configuración de la Cámara. El propio Lecornu no ha ocultado su satisfacción por el desenlace de la votación, agradeciendo públicamente el comportamiento de lo que ha denominado una «mayoría responsable» capaz de priorizar el interés general por encima de las diferencias ideológicas. El contexto de esta aprobación no puede entenderse sin considerar la situación política que vive Francia desde las elecciones legislativas anticipadas convocadas por el presidente Emmanuel Macron en el año anterior. El resultado de esos comicios dejó un Parlamento extraordinariamente fragmentado, sin una mayoría clara que facilite la aprobación de iniciativas de calado. Esta atomización del poder legislativo ha convertido cada votación en un ejercicio de negociación minuciosa, donde el Ejecutivo debe tejer alianzas puntuales y hacer concesiones programáticas para sacar adelante sus propuestas. La reforma de pensiones de 2023, impulsada por el anterior gobierno, se había convertido en uno de los principales focos de conflicto social y político, desencadenando movilizaciones ciudadanas de considerable magnitud. Su suspensión temporal, incluida en el texto presupuestario, responde a una lógica de pragmatismo político: evitar nuevas tensiones sociales y asegurar la estabilidad parlamentaria en un momento en que Francia necesita presentar un frente unido ante los desafíos económicos que afronta. Desde una perspectiva macroeconómica, la segunda economía de la Eurozona se encuentra sometida a una creciente presión por parte de los socios comunitarios y de los mercados financieros para reducir su déficit presupuestario. Los compromisos adquiridos en el marco de la gobernanza económica europea exigen un proceso de consolidación fiscal que resulta complejo de compatibilizar con las demandas sociales y la inestabilidad política interna. El equilibrio entre austeridad y sostenibilidad social constituye el eje central del debate presupuestario, y la decisión de suspender la reforma de pensiones, lejos de ser un mero gesto político, tiene implicaciones directas sobre las proyecciones de gasto a largo plazo y la viabilidad del sistema de protección social francés. La negociación previa a la votación ha sido intensa. Los equipos del primer ministro han mantenido reuniones maratonianas con los distintos grupos parlamentarios, especialmente con los socialistas, cuyos 65 escaños resultan determinantes para alcanzar el umbral de los 289 votos necesarios en la Asamblea Nacional. La concesión sobre las pensiones ha sido el precio a pagar para desbloquear su apoyo, pero no el único. El texto aprobado incluye también modificaciones en la financiación de la seguridad social y medidas de ajuste en diversas partidas presupuestarias que afectan al ámbito sanitario y social. El líder del grupo socialista, Olivier Faure, ha justificado su respaldo argumentando que el texto recoge «mejoras sustanciales» respecto a la propuesta inicial del Gobierno, aunque reconociendo que no es un acuerdo ideal. Por su parte, las formaciones de la derecha republicana y la izquierda radical han votado en contra, considerando que el proyecto es insuficiente o que supone un retroceso en la necesaria modernización del sistema de pensiones. La extrema derecha, representada por la Agrupación Nacional, también ha rechazado el texto, aunque por motivos diametralmente opuestos a los de la izquierda, criticando tanto la gestión económica como las concesiones al socialismo. Tras el éxito en la Asamblea Nacional, el proyecto de ley del Presupuesto de la Seguridad Social debe ahora superar el trámite del Senado, donde la derecha conserva una mayoría estable. Se prevé que la cámara alta pueda introducir modificaciones al texto, especialmente en lo referente a la suspensión de la reforma de pensiones, que no goza de consenso entre los senadores. Cualquier cambio realizado deberá ser nuevamente aprobado por la Asamblea Nacional, lo que abre un período de incertidumbre sobre el contenido final del presupuesto. El calendario es apretado. El 15 de diciembre está fijada la votación sobre el presupuesto estatal, otro pilar fundamental de las cuentas públicas francesas. El Gobierno necesita tener cerrado el capítulo de la Seguridad Social con antelación para poder abordar con garantías la negociación del presupuesto general del Estado. La capacidad de Lecornu para cumplir con los plazos marcados dependerá de su habilidad para mantener la cohesión de la mayoría parlamentaria y de la velocidad con la que el Senado tramite la iniciativa. El resultado de esta votación refuerza la posición del primer ministro, pero no resuelve los desafíos estructurales que enfrenta su administración. La gobernabilidad en minoría exige constantes negociaciones y ceder terreno en políticas emblemáticas, lo que puede debilitar la identidad de su proyecto político a medio plazo. Además, la suspensión de la reforma de pensiones, si bien calma las aguas en el corto plazo, pospone un debate que Francia necesita resolver para garantizar la sostenibilidad de su modelo social en el contexto del envejecimiento demográfico y de la competencia económica global. Los analistas políticos coinciden en señalar que esta aprobación es una victoria táctica, pero que la guerra estratégica por la estabilidad presupuestaria y política del país está lejos de haber concluido. La confianza de los mercados y de los socios europeos dependerá de la capacidad de Francia para presentar un plan creíble de reducción del déficit sin comprometer la cohesión social. La suspensión temporal de la reforma de pensiones puede interpretarse como una señal de pragmatismo, pero también como una evidencia de la dificultad para implementar reformas impopulares pero necesarias desde una perspectiva puramente actuarial. En las próximas semanas, todos los focos estarán puestos en el Senado y en la capacidad del Ejecutivo para preservar el núcleo de su propuesta presupuestaria. La negociación será compleja, y el margen de maniobra de Lecornu se verá limitado por las exigencias de cada formación política. Lo que está en juego no es solo el presupuesto de un año, sino la capacidad de Francia para mantener su modelo de Estado social en el siglo XXI sin poner en riesgo su estabilidad financiera. La aprobación de este martes marca un hito, pero el camino hacia la consolidación fiscal y la estabilidad política permanece plagado de obstáculos que exigirán toda la astucia y capacidad de diálogo del primer ministro y su equipo.

Referencias

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