Randal Kleiser: el director de Grease desvela anécdotas con John Travolta

En el Festival Isla Calavera, el cineasta recuerda su colaboración con el actor y cómo un contrato de tres películas le llevó a dirigir el mítico musical

Randal Kleiser es un nombre que resuena con especial fuerza en la historia del cine musical. Aunque su filmografía abarca más de veinte títulos, incluyendo producciones memorables como 'El lago azul', 'Colmillo blanco' o la comedia 'Cariño, he agrandado a los niños', es Grease lo que le ha convertido en referente indiscutible para varias generaciones. A sus setenta y tantos años, el cineasta norteamericano disfruta de ese legado con la sabiduría de quien comprende que ciertos proyectos trascienden su época para convertirse en fenómenos culturales.

La novena edición del Festival Isla Calavera Ciudad de La Laguna, en Tenerife, ha servido como escenario perfecto para rendir homenaje a su trayectoria. Kleiser ha recibido el Premio de Honor del certamen, reconocimiento que comparte con la proyección de tres obras representativas: la mítica Grease, 'El vuelo del navegante' y el documental 'Life After the Navigator'. La cita canaria se ha transformado en un viaje nostálgico por la filmografía de un creador que supo capturar la esencia de su tiempo.

Durante su estancia, Kleiser ha compartido recuerdos que desvelan el lado más humano de Hollywood. Sus palabras dibujan un retrato íntimo de una industria donde las relaciones personales y la confianza mutua marcan la diferencia entre un éxito memorable y un fracaso olvidado.

La genialidad inquieta de John Travolta

Antes de que el mundo coreara 'Summer Nights', Kleiser ya había tejido una sólida relación con John Travolta. Su primera colaboración fue 'El chico de la burbuja de plástico', telefilme que dejaba entrever la química entre ambos talentos.

El director recuerda con cariño -y exasperación- las costumbres nocturnas del joven actor. "John padecía insomnio, así que me llamaba a las dos de la madrugada para discutir detalles de montaje", relata Kleiser. "Me interrogaba sobre qué toma utilizaríamos: '¿La primera? ¿La quinta?' Yo, semidormido, le pedía que me dejara descansar". Este comportamiento revelaba la dedicación obsesiva de Travolta por perfeccionar cada aspecto de su trabajo. Su inquietud artística no conocía fronteras horarias.

Otro recuerdo destacado tiene que ver con la transformación física que exigía el papel. Travolta, a pesar de interpretar a un adolescente, poseía vello corporal abundante que desentonaba con la imagen juvenil requerida. "Tenía muchísimo pelo en el pecho, lo que no encajaba con el personaje", explica Kleiser. Fue el director quien convenció a la estrella -ya conocida por 'Welcome back, Kotter'- de que la depilación era necesaria. Accedió sin rechistar, demostrando un compromiso con la verosimilitud que pocos artistas exhibirían.

Con el tiempo, Kleiser ha bromeado sobre no haber conservado aquel vello como reliquia. "He pensado que podría haberlo guardado para venderlo en eBay", confiesa. "Habría sido un excelente negocio". Esta anécdota ilustra el estatus de celebridad que ya rodeaba a Travolta.

De la burbuja al musical

La buena sintonía establecida sentó las bases para una colaboración más ambiciosa. Cuando Travolta firmó un contrato de tres películas con Paramount, ejerció su influencia para que Kleiser ocupara la silla de director. "John presionó para que me dieran una oportunidad", reconoce el cineasta.

Curiosamente, la primera opción no fue Grease. Durante las negociaciones, un artículo del New York Magazine titulado 'Tribal Rites of the New Saturday Night' inspiró lo que sería 'Fiebre del sábado noche'. Los ejecutivos consideraron a Kleiser para ese proyecto, pero tras semanas de silencio, los planes cambiaron.

"Cuando volvieron a contactarme, me ofrecieron Grease", recuerda. "Creo que era una opción mucho mejor para mí. Más divertida, más acorde con mi sensibilidad". Esta decisión resultó ser un golpe de suerte que definiría su carrera. El musical, basado en el espectáculo de Broadway, le permitió explorar su faceta más visual, creando un universo colorista que se convirtió en referente de una era.

El legado de un fenómeno

Aunque inicialmente Kleiser se sorprendió por la presencia de Grease en un festival de género fantástico, pronto encontró la lógica. "Al principio no entendía qué hacía esta película aquí, pero supongo que es por la escena final en que el coche sale volando", razona con humor. Ese momento surrealista simboliza la capacidad del musical para trascender la realidad y adentrarse en la fantasía colectiva.

El documental 'Life After the Navigator' ha servido para reflexionar sobre el impacto duradero de sus creaciones. La película explora la conexión emocional que el público mantiene con 'El vuelo del navegante', otro título de culto. Próximamente, Lisa Downs estrenará 'Life after Grease', explorando la huella del musical en la cultura contemporánea.

Para Kleiser, estos reconocimientos suponen más que un capricho nostálgico. Representan la oportunidad de viajar por el mundo, conectando con audiencias diversas. "Esa cinta me abrió muchas puertas", admite. "Me ha permitido conocer a una legión de fans que aprecian mi trabajo de formas que nunca imaginé". Esta conexión directa con el público es, según el director, el verdadero premio de una carrera dedicada al cine.

La magia detrás de los clásicos

La filmografía de Randal Kleiser se caracteriza por capturar la esencia de la juventud, la aventura y la fantasía. Desde la tensión dramática de 'El lago azul' hasta la comedia familiar de 'Cariño, he agrandado a los niños', su obra exhibe una versatilidad que rara vez se le reconoce. Sin embargo, es en Grease donde todos estos elementos convergen para crear algo mayor.

El éxito del musical radica en su perfecta sincronía entre dirección, interpretación y música. Travolta aportaba carisma y disciplina escénica que elevaba cada número. Olivia Newton-John complementaba esa energía con voz y presencia inigualables. Kleiser actuó como catalizador de esta química, dirigiendo con mano firme pero sensible.

Las anécdotas compartidas en Tenerife revelan un proceso creativo donde la improvisación y la planificación se daban la mano. La escena del coche volador nació de la necesidad de cerrar la historia con un gesto grandioso. Esa libertad creativa, apoyada por un estudio que confiaba en su visión, resultó en una secuencia que generaciones han recordado con emoción.

Una carrera en perspectiva

Randal Kleiser mira atrás con la perspectiva que solo da el tiempo. Reconoce que Grease le definió profesionalmente, pero no le pesa. Al contrario, ha aprendido a valorar lo que esa película representa: un punto de encuentro entre culturas y generaciones.

La conversación con el director desvela que, detrás de los focos de Hollywood, existen historias de amistad, confianza y dedicación. La relación con Travolta, marcada por llamadas nocturnas y decisiones corporales inusuales, ejemplifica el tipo de vínculos que hacen posible la magia del cine.

En un momento donde la industria parece obsesionada con franquicias, la figura de Kleiser recuerda la importancia de la narrativa centrada en personajes. Sus películas, lejos de ser simples productos de su época, continúan enseñando lecciones sobre cómo contar historias universales con un toque personal.

El documental 'Life after Grease' promete profundizar en esta herencia. Para Kleiser, este interés perpetuo es el mejor indicador de que hizo algo correcto. No se trata de cifras de taquilla, sino de la capacidad de tocar corazones y crear recuerdos compartidos.

Mientras el festival llega a su fin, el director se despide con la satisfacción de quien sabe que su legado está en buenas manos: las de los fans que continúan bailando al ritmo de sus canciones y los festivales que entienden que el cine fantástico no siempre necesita dragones. A veces, solo necesita un coche rojo que desafía la gravedad y un grupo de jóvenes que sueñan con el verano eterno.

Referencias

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