En el vibrante derbi valenciano entre Valencia y Levante, el partido no solo estuvo cargado de emoción y rivalidad, sino que también dejó una polémica arbitral que sigue generando debate. En el minuto 63, el árbitro Alejandro Muñiz Ruiz anuló un gol de Diego López tras una revisión del VAR, argumentando un fuera de juego previo de Copete. La imagen difundida desde la sala VOR mostró que, efectivamente, el talón del defensa sevillano estaba ligeramente adelantado. Sin embargo, lo que generó desconcierto fue que, en esa posición, Copete estaba de espaldas a la portería y no parecía obtener ninguna ventaja real.
Carlos Corberán, entrenador del Valencia, expresó su desconcierto tras el partido. "Había un talón que rompía una posición legal que, en directo, no parecía fuera de juego", comentó. "Supongo que el ángulo del VAR es diferente al que tenemos en el banquillo porque no había opción de creer que había fuera de juego. No era ventajoso, pero son normas y hay que aceptarlas". Sus palabras reflejan la frustración de muchos técnicos, jugadores y aficionados que ven cómo decisiones basadas en milímetros están cambiando la dinámica del juego.
La implementación del Fuera de Juego Semiautomático (SAOT) en La Liga desde la temporada 2024-25 pretendía resolver dos grandes problemas: reducir las controversias arbitrales y agilizar las decisiones. El sistema utiliza 12 cámaras en el estadio y un balón equipado con sensores que envían 500 señales por segundo, rastreando 29 puntos corporales de cada jugador para determinar con precisión milimétrica su posición en el momento del pase. El objetivo era eliminar la subjetividad del trazado manual y ofrecer una decisión más objetiva y rápida.
Sin embargo, la realidad ha sido diferente. En lugar de calmar las polémicas, el SAOT ha generado nuevas discusiones. ¿Es justo anular un gol por una diferencia de milímetros cuando el jugador no obtiene ninguna ventaja real? Las animaciones en 3D, aunque impresionantes, a veces no logran convencer a quienes ven en el campo que la jugada era limpia. Esta tensión entre tecnología y percepción humana está cambiando la forma en que se entiende el juego.
El sistema ya ha protagonizado varias controversias desde su estreno en agosto de 2024. En uno de sus primeros partidos, se anuló un gol de Iago Aspas por un fuera de juego milimétrico de Douvikas, cuya punta de la bota estaba ligeramente adelantada. En otro caso, durante un partido entre Barcelona y Real Sociedad, Robert Lewandowski fue sancionado por un fuera de juego en la puntera. El árbitro Cuadra Fernández, ante las protestas del técnico Hansi Flick, respondió con firmeza: "¿Por qué nos lo íbamos a inventar?", refiriéndose a la objetividad de la tecnología.
Estos casos ponen de manifiesto un dilema fundamental: ¿debe el fútbol priorizar la precisión técnica o la intención del juego? Muchos argumentan que el espíritu del deporte se basa en la justicia percibida, no en la exactitud matemática. Un jugador que no está mirando la portería, que no está en posición de recibir el balón ni de interferir en el juego, ¿debería ser penalizado por un detalle físico que no afecta al desarrollo de la jugada?
La tecnología, sin duda, ha traído avances significativos. Ha reducido los errores humanos y ha permitido decisiones más rápidas en muchos casos. Pero también ha introducido una rigidez que, en ocasiones, parece desconectada de la esencia del deporte. El fútbol no es solo una suma de mediciones, sino una expresión de estrategia, intuición y emoción. Cuando un sistema anula un gol por un talón que no aporta ventaja, se pone en cuestión no solo la decisión, sino también el propósito de la tecnología en el deporte.
Los aficionados, por su parte, están divididos. Algunos defienden la precisión como garantía de justicia, mientras que otros ven en estas decisiones una pérdida de humanidad en el juego. Los técnicos, como Corberán, se ven obligados a adaptarse a un nuevo escenario donde lo que parece justo en el campo puede ser anulado por una medición invisible para el ojo humano.
En última instancia, el debate no es solo sobre un gol anulado en un derbi valenciano, sino sobre el futuro del fútbol. ¿Qué valoramos más: la exactitud técnica o la esencia del juego? Mientras la tecnología avanza, el deporte debe encontrar un equilibrio que respete tanto la precisión como el espíritu del juego. Porque, al final, el fútbol no se juega solo con cámaras y sensores, sino con corazones, pasiones y decisiones humanas.
La discusión sigue abierta, y mientras el SAOT siga generando polémicas, los aficionados, técnicos y jugadores seguirán preguntándose: ¿es justo penalizar lo que no da ventaja?