El esfuerzo oculto tras Bailando con las Estrellas

Más de 35 horas semanales, sacrificios físicos y visitas al hospital: así es el precio de la danza en Telecinco.

Tras meses de sudor, lágrimas y coreografías repetidas hasta la extenuación, Bailando con las Estrellas se acerca a su clímax. Los concursantes que aún compiten en la semifinal han dejado todo en la pista: tiempo, energía, salud y hasta su vida personal. Y aunque el público solo ve los minutos de baile en pantalla, detrás hay un esfuerzo titánico que pocos imaginan.

En la escuela de danza Idance, en Madrid, los últimos supervivientes del concurso —Nona Sobo, Anabel Pantoja, Blanca Romero, Nerea Rodríguez, Tania Medina y Jorge González— han convertido sus días en una rutina de ensayos intensivos. Cada uno con su profesor asignado —Max Stryjski, Álvaro Cuenca, Rubén Rodríguez, Genís Betrian, David Díaz y Gemma Domínguez—, han forjado no solo sincronía en el baile, sino también vínculos personales que trascienden el escenario.

Nerea Rodríguez y Genís Betrian son un ejemplo claro de esta conexión. Lo que empezó como una relación profesional se ha convertido en una amistad sólida. "Desde hace semanas, hemos triplicado las horas de ensayo", confiesa Nerea. "Al principio eran tres horas diarias, ahora estamos entre siete y ocho. El viernes es el ensayo general, y el sábado... bueno, ese es el día que más disfrutamos, aunque también el más tenso. Todo se juega en un minuto y medio. Es una carta única".

En otro piso, Blanca Romero y su nuevo compañero de baile, Rubén Rodríguez, trabajan con una intensidad casi obsesiva. La actriz, que comenzó el programa con otro profesor, ha tenido que adaptarse rápidamente a un nuevo estilo y ritmo. "Este profesor no me deja ni respirar", bromea Blanca. "Repetimos hasta que el cuerpo no aguanta más. A veces ni paramos para comer. Estamos seis horas seguidas, sin descanso. En total, calculo que estamos haciendo unas 35 horas semanales de ensayo".

Este nivel de exigencia no es gratuito. El cuerpo paga el precio. Algunos concursantes han perdido peso drásticamente, otros han sufrido lesiones menores, y al menos uno ha tenido que acudir al hospital por un desgaste físico extremo —algo que en el ambiente del programa se conoce como "petar". La directora de Idance, Lola González, explica cómo se organiza esta maratón de ensayos: "Coordinamos horarios, ajustamos intensidades y siempre priorizamos la salud. Pero la verdad es que, en esta fase, todos están al límite".

Jorge González, ganador de Tu cara me suena 8 en 2020, ya conoce el mundo de los concursos televisivos. Pero bailar es otra cosa. "Aquí no basta con cantar o imitar. Tienes que moverte, expresarte, sentir la música y, sobre todo, no fallar. Cada paso cuenta". Su preparación es tan intensa como la de sus compañeros, y aunque no lo dice, se nota que la presión lo acompaña.

Anabel Pantoja, conocida por su paso por programas de reality y tertulias, ha sorprendido a muchos con su evolución. "No me imaginaba que podía llegar tan lejos", admite. "He aprendido a escuchar a mi cuerpo, a respetar mis límites, pero también a superarlos. Cada semana es una batalla, y no quiero rendirme".

La semifinal, que se emitirá este sábado, será decisiva. Solo tres de los seis concursantes pasarán a la final del 29 de noviembre. Las apuestas apuntan a Nona Sobo, Anabel Pantoja y Jorge González, pero en este concurso, nada está escrito. La danza es impredecible, y el esfuerzo no siempre se traduce en votos.

Lo que sí está claro es que todos ellos han dado más de lo que se les pedía. Han sacrificado tiempo con sus familias, han alterado sus rutinas, han sufrido dolores musculares y, en algunos casos, han tenido que acudir a profesionales médicos para recuperarse. Pero también han descubierto nuevas facetas de sí mismos, han forjado amistades inesperadas y han aprendido que el esfuerzo, aunque doloroso, puede ser profundamente gratificante.

La próxima semana, cuando se conozca al ganador, el público aplaudirá. Pero detrás de cada aplauso, hay horas de ensayo, sudor, lágrimas y una determinación que pocos pueden imaginar. Porque Bailando con las Estrellas no es solo un concurso de baile: es una prueba de resistencia, de voluntad y de pasión. Y quienes llegan hasta aquí, ya han ganado algo más que un trofeo: han ganado una experiencia que cambiará sus vidas para siempre.

Referencias