En el corazón de la escena cultural española, hay una figura que ha sido testigo, motor y arquitecto de transformaciones artísticas que han marcado décadas. Miguel Ángel Arenas, conocido universalmente como Capi, es mucho más que un agente o productor: es un visionario que ha sabido identificar, nutrir y lanzar talentos que hoy son referentes globales. Su nombre evoca una era dorada —la Movida madrileña— y también el presente vibrante de artistas como Rosalía, cuya trayectoria él ayudó a perfilar desde sus inicios.
Capi no se conforma con descubrir talento; lo moldea, lo entiende y lo proyecta con una intuición casi mágica. Su método no es una fórmula escrita, sino una mezcla de instinto, experiencia y pasión por el arte en todas sus formas. Cuando habla de Rosalía, no lo hace con la frialdad de un empresario, sino con la admiración de un curador: “Rosalía es una barbaridad; una startup”. Una metáfora que resume su visión: una artista que no solo canta, sino que innova, se reinventa y construye un ecosistema propio alrededor de su música.
Pero Capi también plantea una pregunta incómoda: “¿Pero tragarse el disco?”. No se trata de cuestionar su talento, sino de invitar a la reflexión sobre la industria, sobre el consumo masivo y sobre si el público está realmente dispuesto a sumergirse en la profundidad de un proyecto artístico, o si se conforma con lo superficial. Es una crítica sutil, pero contundente, a una cultura que a veces prioriza el espectáculo sobre la sustancia.
Actualmente, su mirada se centra en Daniel da Silva, un bailarín cuyo potencial Capi ha identificado como su próxima gran apuesta. No es casualidad: Capi tiene un radar especial para detectar no solo habilidad, sino carisma, autenticidad y capacidad de conexión con el público. En un mundo saturado de influencers y estrellas efímeras, él sigue apostando por lo que dura: el arte con alma.
Su estilo de vida refleja esa filosofía. Aunque tiene acceso a lujos —helicopteros, caviar, amigos poderosos—, prefiere lo auténtico: “¿Para qué quiero un Porsche, si me gusta andar por donde andaba Velázquez?”. Es una declaración de principios: el verdadero lujo no está en lo material, sino en la experiencia, en la cultura, en la conexión con lo que ha marcado la historia del arte español.
Cuando le preguntan cuál es la pregunta más impertinente que le han hecho, su respuesta es reveladora: “Para llegar a ti hay que follar contigo”. Una frase que denuncia la vulgaridad con la que a veces se aborda el mundo del espectáculo. Para Capi, el acceso al éxito no se negocia con favores personales, sino con el poder del arte. “Cuando tienes éxito van a lo más bajo”, dice, y en esa frase se condensa su desencanto con una industria que muchas veces olvida el valor del talento en favor de lo escandaloso.
Capi no es un hombre de modas, sino de momentos. Ha sobrevivido a cambios de tendencia, a crisis económicas y a revoluciones culturales porque su brújula siempre ha sido la misma: la pasión por lo auténtico. No busca crear estrellas, busca descubrir voces que merezcan ser escuchadas. Y en ese proceso, ha construido un legado que va más allá de los éxitos comerciales: ha ayudado a definir la identidad cultural de España en las últimas décadas.
Hoy, mientras muchos se aferran a fórmulas probadas, Capi sigue mirando hacia adelante. Su última apuesta, Daniel da Silva, es un recordatorio de que el talento no tiene edad, ni género, ni fronteras. Y que, en un mundo cada vez más digital, lo que realmente importa sigue siendo la conexión humana, la emoción genuina y la capacidad de sorprender.
En un entorno donde lo efímero domina, Capi es un faro de continuidad. Su historia es la de alguien que ha sabido navegar entre las olas de la cultura sin perder su rumbo. Y aunque el mundo cambie, su instinto sigue siendo el mismo: buscar lo que brilla, no por el ruido, sino por la luz que emite desde dentro.