En un momento cargado de emoción y sinceridad durante la rueda de prensa previa al Gran Premio de Las Vegas, Max Verstappen dejó claro que su admiración por Fernando Alonso no es reciente ni superficial. De hecho, su aprecio por el asturiano se remonta a una época en la que Alonso aún no era un ícono global, sino un luchador incansable que desafiaba a los gigantes de la Fórmula 1, especialmente a Red Bull y Sebastian Vettel, en los años 2010 y 2012.
La pregunta, formulada por un periodista británico, buscaba explorar la conexión personal entre ambos pilotos. Lo que siguió fue una confesión sorprendente: Verstappen, aún en sus primeros años como aficionado, apoyaba a Alonso en sus batallas contra el equipo austriaco. "Cuando él luchaba con Red Bull, yo iba con Fernando. Me encanta", afirmó con una sonrisa, dejando entrever que su admiración nació no solo por el talento, sino por la actitud.
Para Verstappen, Alonso representa algo más que un campeón. Es un piloto que, desde sus inicios, ha demostrado una personalidad auténtica y desafiante. "Es fácil lidiar con él. Lo que ves es lo que hay", resumió el holandés, destacando la transparencia y la integridad que ambos comparten. Esta conexión va más allá de la pista: es una afinidad de mentalidad, de valores y de enfoque ante la competición.
Alonso, por su parte, también reconoció la admiración mutua. En su análisis, destacó que tanto él como Verstappen provienen de entornos donde la Fórmula 1 no es una tradición arraigada. "Viniendo de países donde no haya tanta cultura de Fórmula 1, particularmente España, porque Jos (el padre de Max) ya era un maestro", explicó. Esta experiencia compartida —crecer en un entorno competitivo sin el respaldo de una potencia automovilística— les ha forjado como pilotos independientes, con una mentalidad propia y una capacidad para desafiar el sistema.
"Cuando vienes aquí y tienes algo de éxito en el comienzo de tu carrera, quizás no seas el tipo bueno, quizás no seas políticamente correcto, no seas parte del sistema. Eres más tú mismo de lo que quizás deberías ser", añadió Alonso, refiriéndose a la esencia rebelde que ambos han mantenido a lo largo de sus carreras. Esta actitud, según el asturiano, es lo que le hizo identificarse con Verstappen desde el principio.
Además, Alonso subrayó el talento innato de Verstappen, que ya se evidenciaba en las categorías inferiores. "Desde los karts ya sabíamos que venía este chaval", recordó, destacando que su respeto por el holandés no es producto de su éxito actual, sino de una trayectoria que ha sido constante y brillante desde sus inicios. "Siempre he tenido mucho respeto por él", concluyó.
Verstappen, por su parte, no solo reconoce el talento de Alonso, sino también su pasión inquebrantable por el deporte. "Es un luchador y respeto lo que está haciendo a su edad. Lo siento (decía por la referencia a sus años y dirigiéndose a él), pero me encanta ver tanta pasión por este deporte", afirmó con genuina admiración. Esta declaración es especialmente significativa, considerando que Alonso, a sus 40 años, sigue compitiendo al más alto nivel, desafiando las expectativas y demostrando que la experiencia y la determinación pueden superar la juventud.
La relación entre ambos pilotos es un ejemplo de cómo el respeto mutuo puede trascender las diferencias generacionales y los equipos. Verstappen, el campeón actual, ve en Alonso no solo un rival, sino un mentor y una inspiración. Y Alonso, a su vez, reconoce en Verstappen a un sucesor digno, alguien que ha llevado la Fórmula 1 a nuevas alturas con su estilo único y su mentalidad indomable.
En un deporte donde las rivalidades suelen eclipsar las conexiones humanas, la admiración entre Verstappen y Alonso es un recordatorio de que, más allá de los títulos y las victorias, lo que realmente importa es el respeto, la autenticidad y la pasión por la competición. Ambos pilotos han demostrado que, en la Fórmula 1, no se trata solo de ganar, sino de luchar con honor, de ser fieles a uno mismo y de inspirar a otros a hacer lo mismo.
En resumen, la confesión de Verstappen no es solo un homenaje a Alonso, sino una declaración de principios. En un mundo donde la política y la imagen suelen prevalecer, ambos pilotos han elegido ser ellos mismos, sin concesiones. Y eso, quizás, es lo que más los une: una mentalidad ganadora que va más allá de los circuitos y se extiende a la vida misma.