Hace más de diez años, la Fundació Catalunya La Pedrera dio un paso audaz: unir el mundo del arte con el de la educación. La idea era clara: potenciar la innovación educativa y ofrecer oportunidades reales a todos los estudiantes, sin importar su origen social. De esa visión nació el programa Escoles Tàndem, una iniciativa que ha cambiado la forma en que se enseña y se aprende en decenas de centros escolares de Catalunya.
El programa no es una simple colaboración puntual, sino un compromiso de tres años entre escuelas e instituciones culturales de primer nivel. Desde el Teatre Nacional de Catalunya hasta el Museu Picasso, pasando por el Gran Teatre del Liceu o el Festival Temporada Alta, estas entidades no solo aportan recursos, sino que se convierten en socios activos en la transformación educativa. La clave del éxito está en la sinergia mutua: mientras los alumnos y profesores enriquecen su experiencia con el arte, las instituciones culturales redescubren su papel social y se acercan a nuevos públicos.
Según Lluís Farrés, director de ciencia, educación e investigación de la Fundació Catalunya La Pedrera, el objetivo siempre ha sido ofrecer experiencias educativas más profundas, donde el conocimiento se entrelaza con la emoción y la creatividad. “No se trata de visitar un museo o asistir a una obra de teatro como actividad extraescolar. Se trata de integrar el arte en el día a día del aula, como herramienta pedagógica”, explica.
Los resultados hablan por sí solos. Más de 8.300 estudiantes y 800 docentes han participado en el programa hasta la fecha. Las mejoras no son solo cuantitativas, sino cualitativas: mayor motivación, mejor asistencia, mayor rendimiento académico y una mayor cohesión entre el profesorado. Las escuelas no solo cambian sus métodos, sino su cultura interna.
Un ejemplo claro es la Escola Ramon Llull de Barcelona, que desde su alianza con el Teatre Nacional de Catalunya ha incorporado el lenguaje escénico como parte de su currículo. Sònia Camacho, responsable del programa educativo y social del TNC, destaca cómo esta integración ha permitido un aprendizaje más vivencial. “Los estudiantes no solo memorizan textos, sino que los interpretan, los sienten, los viven. Eso fortalece sus competencias lingüísticas, sociales y emocionales”, afirma.
Para Eva Antequera, profesora y jefa de estudios durante la implementación del programa en la Ramon Llull, el impacto fue transformador. “El trabajo en equipo se fortaleció, se consolidó una línea pedagógica común y la motivación del profesorado y del alumnado aumentó notablemente. Hoy, la escuela es más creativa, más abierta y más conectada con su entorno”, asegura.
Pero el programa no se limita a una sola escuela o una sola disciplina artística. En la Escola La Sedeta, por ejemplo, los alumnos han participado en la creación de escenografías junto al Teatre Lliure. En otros centros, han trabajado con museos para desarrollar proyectos de arte visual, o con festivales para crear espectáculos propios. Cada alianza es única, adaptada a las necesidades y características del centro educativo, pero todas comparten un objetivo común: transformar la escuela desde dentro, con el arte como motor de cambio.
La Fundació Catalunya La Pedrera no solo ha creado un programa, sino un modelo replicable. La colaboración entre instituciones culturales y educativas ha demostrado que es posible innovar en educación sin necesidad de grandes inversiones, sino con compromiso, creatividad y trabajo conjunto. Las instituciones culturales, a su vez, han descubierto en las escuelas un espacio de experimentación y conexión con la comunidad, lo que les ha permitido renovar su propuesta y ampliar su impacto social.
Este enfoque también responde a una necesidad más amplia: la de humanizar la educación. En un contexto donde la presión académica y la evaluación estandarizada suelen eclipsar otras dimensiones del aprendizaje, el arte ofrece un espacio para la expresión, la emoción y la creatividad. El arte no es un complemento, sino un pilar fundamental en la formación integral de los estudiantes.
Además, el programa ha generado una red de colaboración que va más allá de los tres años de duración. Muchas escuelas y centros culturales han decidido continuar su relación más allá del programa, creando proyectos propios y consolidando una cultura de colaboración que se extiende a otros ámbitos. Esta red no solo beneficia a los participantes directos, sino que también inspira a otros centros a explorar nuevas formas de trabajar con el arte.
En definitiva, Escoles Tàndem es mucho más que un programa educativo. Es una apuesta por una educación más humana, más creativa y más inclusiva. Es una demostración de que, cuando se unen fuerzas con un propósito común, es posible transformar no solo las aulas, sino también las comunidades. Y, sobre todo, es una prueba de que el arte no está al margen de la educación, sino que puede ser su mejor aliado.