La reina Letizia volvió a brillar en la escena diplomática con un estilismo memorable durante la cena de gala en honor al sultán de Omán, celebrada en el Palacio Real de Madrid. Tras más de dos años sin aparecer en un acto de gala, su presencia fue todo un acontecimiento, y no defraudó: vestido azul cobalto de The 2nd Skin, tiara rusa y pendientes de pasar conformaron un conjunto que mezcló tradición, sofisticación y un toque de modernidad.
El vestido, ya conocido por haber sido estrenado en los Países Bajos en abril de 2024, es una pieza de seda fluida con cuello caja y mangas japonesas adornadas con lazos. Su corte favorecedor y el color vibrante resaltaron su silueta con elegancia, mientras que el tejido aportó movimiento y ligereza al conjunto. Aunque no era un estreno, su reaparición demostró que la reina sabe sacar el máximo partido a su armario, reutilizando piezas con inteligencia y estilo.
Pero sin duda, el punto culminante del look fue la tiara rusa, una joya histórica con un pasado fascinante. Diseñada para la reina regente María Cristina de Austria, madre de Alfonso XIII, esta pieza está inspirada en los tradicionales tocados rusos llamados kokoshnik. Fabricada en platino, perlas y diamantes, ha sido testigo de numerosos momentos clave en la historia de la Corona española. Tras pasar por manos de María de las Mercedes de Borbón y la condesa de Barcelona, fue regalada por don Juan Carlos a la reina Sofía, quien la lució por primera vez en 2006.
Doña Letizia la estrenó en noviembre de 2018, durante la visita del presidente chino, y la ha vuelto a elegir en dos ocasiones más: en los Países Bajos y ahora, en esta cena con el sultán de Omán. Su uso no es casual: la tiara rusa, aunque no forma parte de las joyas de pasar, se ha convertido en un símbolo de continuidad y elegancia en los actos de Estado más importantes.
Para completar el conjunto, la reina optó por unos pendientes de pasar, joyas que la reina Victoria Eugenia legó con la condición de que fueran transmitidas de reina a reina. Estos pendientes, con un brillante central rodeado de pequeños diamantes, han sido lucidos en ocasiones históricas, como la boda de la infanta Cristina. Su presencia en este acto subraya el compromiso de Letizia con la tradición real, sin renunciar a su propio estilo.
La elección de este look no solo fue un homenaje a la historia de la Corona, sino también una declaración de intenciones: la reina sabe cómo equilibrar el protocolo con la personalidad. Su presencia en el Palacio Real, con un vestido ya conocido pero siempre impecable, y con joyas cargadas de significado, reafirmó su papel como una de las figuras más elegantes y diplomáticas de la realeza europea.
Este evento, además de ser un momento de protocolo, sirvió para reforzar los lazos entre España y Omán, y la reina Letizia, con su estilismo cuidado y su presencia serena, fue el perfecto anfitrión. Su capacidad para combinar lo histórico con lo contemporáneo, y para transmitir elegancia sin esfuerzo, sigue siendo un referente en el mundo de la moda real.
En resumen, la noche del sultán de Omán no solo fue un acto diplomático, sino también una lección de estilo. La reina Letizia, con su vestido azul cobalto, su tiara rusa y sus pendientes de pasar, demostró una vez más que la elegancia no necesita ser nueva para ser impactante.