El cineasta independiente Jim Jarmusch ha vuelto a conquistar la crítica con Father Mother Sister Brother, una obra que le valió el León de Oro en el último festival de Venecia. Con su particular capacidad para radiografiar la sociedad contemporánea a través de diálogos cotidianos y pequeños rituales, el director estadounidense ha construido un tríptico familiar que observa sin juzgar las complejas relaciones entre sus miembros.
La genésis del proyecto surgió de una pregunta aparentemente simple: «¿Cómo sería si Tom Waits fuera el padre de Adam Driver?». Esta idea inicial, que el propio Jarmusch califica de «extraña», se convirtió en el punto de partida para explorar un territorio que hasta ahora había dejado de lado en su filmografía. «No era un tema importante para mí, pero es algo que todos abordamos en algún momento», reconoce el director.
En efecto, si repasamos la obra de Jarmusch, las referencias a las relaciones de parentesco son escasas. Incluso en su primera película relevante, Extraños en el paraíso, solo aparecía un primo lejano en Hungría. Ahora, con esta nueva cinta, el cineasta ha querido simplemente observar cómo interactúan sus personajes en un entorno familiar, sin condenarlos ni idealizarlos.
El reparto reúne a colaboradores históricos del director y caras nuevas. Viejos conocidos como Tom Waits, Adam Driver y Cate Blanchett —esta última ya trabajó con Jarmusch en Coffee and Cigarettes— comparten cartel con Charlotte Rampling, Vicky Krieps, India Moore y Luka Sabbat. Esta combinación genera una química especial que potencia la naturaleza observacional del film.
Para la actriz australiana, la experiencia le ha permitido profundizar en una reflexión sobre el papel de la familia en la configuración personal. «Antes de tener hijos no creo que me diera cuenta del todo de lo mucho que tu posición en la familia, en relación con tus hermanos, incluso si eres hijo único, influye en cómo evoluciona tu personalidad», comparte Blanchett.
La intérprete, que en la película encarna a la hermana de Vicky Krieps e hija de Charlotte Rampling, se identifica como hija del medio en su propia vida. «A menudo conoces a alguien y le preguntas: '¿Eres el menor? ¿Eres el mayor? Y tú eres el hijo del medio, ¿verdad?'. Yo lo soy, y creo que los del medio sufren mucho abandono benigno, lo cual me parece liberador», analiza.
Esta perspectiva personal alimenta una de las frases más resonantes del film: «No hay solución para el glorioso y doloroso lío que es la familia». Blanchett desgrana esta idea señalando que «siempre estamos tratando de definir, limitar y resolver nuestras relaciones y dinámicas familiares. Y creo que hay una falta inherente de curiosidad sobre ese impulso».
La actriz sugiere que precisamente en esa imposibilidad de resolver lo familiar radica su belleza y su tragedia. La familia como espacio de contradicciones, donde el amor y el dolor coexisten, donde los roles asignados desde la infancia marcan nuestra forma de relacionarnos con el mundo.
Jarmusch, por su parte, confiesa que durante el proceso creativo no suele sobreanalizar: «No soy muy analítico con lo que hago y creo que los mejores diálogos que escribo son aquellos en los que realmente no estoy escribiendo nada. Solo imagino a los personajes y transcribo sus diálogos». Este método, que podría parecer contradictorio, es precisamente lo que otorga autenticidad a sus películas.
En un mundo que avanza a velocidad de vértigo, el director consigue pausar el tiempo con su mirada íntima. No necesita grandes efectismos para captar la esencia humana; una conversación, un ritual tan sencillo como tomar el té, le bastan para revelar las tensiones y afectos que nos definen.
Father Mother Sister Brother se presenta así como un estudio sobre los efectos que tenemos unos sobre otros. No busca respuestas fáciles ni final feliz. Su fuerza reside en mostrar la familia como un microcosmos en constante tensión, un sistema de relaciones donde cada miembro ocupa un lugar que, le guste o no, le precede.
La película invita a los espectadores a abandonar la necesidad de resolver conflictos y, en cambio, a observar con curiosidad. Quizás, como sugiere Blanchett, sea en esa actitud contemplativa donde encontramos la verdadera libertad: reconocer que el caos familiar es inherente a su naturaleza y que, precisamente ahí, reside su gloria y su dolor.