La Nochebuena de Isabel Preysler: tradición, familia y un pavo con historia

La socialité desvela en El Hormiguero los secretos de su cena navideña: un menú familiar con un pavo estrella

Las fechas navideñas traen consigo rutinas, preparativos y, sobre todo, tradiciones que se repiten año tras año. En el hogar de Isabel Preysler, la Nochebuena no es una excepción. La socialité hispano-filipina ha convertido su celebración familiar en un ritual casi tan público como privado, compartiendo con naturalidad los detalles de una velada que reúne a varias generaciones bajo un mismo techo, o a veces entre dos continentes.

En una reciente entrevista en el programa El Hormiguero, Preysler desgranó con su habitual sencillez el menú que no falta en su mesa el 24 de diciembre. “Es complicado, se cena un poquito de todo”, reconoció inicialmente, antes de señalar con claridad el plato central de la velada. El pavo asado ocupa ese lugar privilegiado, pero no es un pavo cualquiera, ni mucho menos preparado por cualquiera. Su autor es el padre de Fernando Verdasco, consuegro de la socialité y cocinero oficial de este manjar navideño desde hace años.

La elección no es arbitraria. El padre del extenista se ha ganado con méritos el título de responsable del asado, un cargo que ejerce con precisión y que, según Preysler, “le queda buenísimo”. La confianza en su cocina forma parte de la logística familiar, un sistema de reparto de tareas que funciona como un engranaje perfecto y que garantiza que la cena salga a la perfección sin que nadie se sienta agobiado.

Los acompañamientos del pavo responden a un esquema clásico y reconocible. En la mesa de Isabel Preysler no hay lugar para experimentos arriesgados en Nochebuena. El menú incluye dos purés: uno de patata y otro de castaña, además de una salsa de arándanos que aporta el contraste dulce y ácido necesario para equilibrar el plato. Esta combinación, lejos de ser improvisada, se repite cada año con la misma fidelidad que los demás elementos de la celebración.

La socialité ya había adelantado algunos de estos detalles en Mi Navidad, el documental que estrenó en Disney+ a finales de 2023. En esa producción, mostró sin artificios los preparativos, la decoración meticulosa de su casa y el papel activo que desempeñan sus hijas en la organización de una fiesta pensada para reunir a familiares dispersos entre España y Estados Unidos. La cena, como eje de la velada, ocupa un lugar central en ese relato doméstico que tanto ha interesado al público.

La continuidad de estas tradiciones no depende del lugar donde se celebre la Nochebuena. La familia de Isabel Preysler se reparte entre Madrid y Miami, y el menú se adapta a esta doble realidad sin perder su esencia. El pavo, los purés y la salsa de arándanos funcionan como hilo conductor tanto si la celebración tiene lugar en España como si se traslada a la Florida, donde parte de la familia suele reunirse. Esta flexibilidad dentro de la rigidez de la tradición es precisamente lo que la hace sostenible y querida por todos los miembros de la familia.

El reparto de tareas es otro pilar fundamental. Mientras el padre de Fernando Verdasco se encarga del plato principal, otras manos colaboran en los preparativos. Las hijas de Preysler, Tamara Falcó y Ana Boyer, tienen su propio papel en esta coreografía festiva, aportando guarniciones, postres o simplemente su presencia activa en la cocina. Este modelo de colaboración evita que toda la carga recaiga sobre un solo miembro y refuerza el sentido de comunidad que define estas fechas.

Si el plato principal está claro, el broche final tampoco admite dudas. En una entrevista concedida a ¡Hola! en 2021, Isabel Preysler desveló cuál es el postre que no falta en su mesa: un cremoso de chocolate elaborado con apenas cinco ingredientes básicos. Azúcar, harina, huevos, chocolate y mantequilla componen una receta directa y sin complicaciones, pensada para servirse al momento y cerrar la velada sin prolongarla excesivamente.

La preparación de este postre refleja la misma filosofía que rige el resto del menú: sencillez, repetición y memoria familiar. Según explicó entonces, se presenta recién hecho, espolvoreado con azúcar y, ocasionalmente, acompañado de una bola de helado de vainilla. Un broche de oro que completa el menú con la misma lógica que el pavo: no se trata de innovar por innovar, sino de reafirmar los lazos a través de lo conocido y querido.

Mientras otras mesas buscan la novedad en cada Nochebuena, la de Isabel Preysler se mantiene fiel a un guion probado. Esta decisión no nace de la falta de imaginación, sino de la conciencia de que las tradiciones no se inventan, se consolidan. Cada repetición del menudo, del pavo, de los purés y del cremoso de chocolate es una capa más que se añade a la memoria colectiva de la familia, un ritual que los hijos y nietos recordarán cuando les toque organizar su propia Nochebuena.

La socialité ha sabido equilibrar con habilidad la exposición pública de su vida privada. Compartir estos detalles no le resta intimidad a su celebración, sino que la convierte en un modelo de organización familiar que muchos admiran. En un mundo donde las tradiciones navideñas se diluyen o se transforman bajo la presión de las tendencias, el modelo Preysler ofrece una alternativa basada en la continuidad y el sentido práctico.

La clave del éxito de esta Nochebuena tan particular radica en su capacidad de adaptación sin traición. El menudo es el mismo en Madrid que en Miami. El padre de Fernando Verdasco cocina el pavo ya sea en España o en Estados Unidos. Los purés de patata y castaña, así como la salsa de arándanos, viajan en la memoria culinaria de la familia. Y el cremoso de chocolate cierra la velada con la misma sencillez en cualquier latitud.

Esta movilidad de la tradición es quizás el legado más valioso que Isabel Preysler está construyendo para sus descendientes. No se trata de un menú rígido e inamovible, sino de un patrón reconocible que puede replicarse donde sea. En una época donde las familias están cada vez más dispersas geográficamente, tener un ancla culinaria que funcione como elemento de unión resulta especialmente relevante.

El documental Mi Navidad, lejos de ser un mero ejercicio de vanidad televisiva, funciona como un manual de instrucciones emocional para la familia. Allí quedan registrados no solo los platos, sino los gestos, las dinámicas y el espíritu que anima la celebración. Es un testimonio para las generaciones futuras, un "así se hace en nuestra familia" filmado con la calidad de una producción internacional pero con el alma de un video casero.

La elección de los platos también habla de una identidad cultural híbrida. El pavo es un clásico anglosajón adoptado por las clases pudientes españolas. Los purés son una guarnición europea por excelencia. La salsa de arándanos aporta un toque norteamericano. Y el cremoso de chocolate es un postre universal. Esta combinación refleja la propia biografía de Preysler: filipina de origen, española de adopción, con vínculos familiares en Estados Unidos.

En definitiva, la Nochebuena de Isabel Preysler no es solo una cena, es un sistema de valores en forma de menú. Cada elemento, desde el pavo cocinado por el padre de Fernando Verdasco hasta el cremoso de chocolate de cinco ingredientes, cumple una función específica: unir, simplificar, recordar y transmitir. En un contexto social donde la Navidad a menudo se asocia con el estrés y el consumismo, este modelo ofrece una lección de minimalismo emocional y eficiencia familiar.

Las tradiciones, al fin y al cabo, no son más que acciones repetidas con intención. Y la intención de Isabel Preysler es clara: que su familia, por dispersa que esté, siga compartiendo una misma mesa simbólica cada 24 de diciembre. El pavo, los purés, la salsa de arándanos y el cremoso de chocolate son solo los ingredientes visibles de una receta mucho más compleja, cuyo secreto está en la coordinación, el respeto por los roles familiares y la celebración de lo conocido.

Mientras el resto del mundo debate sobre innovaciones culinarias para la Nochebuena, en la casa de Isabel Preysler no hay discusión. El guion está escrito, los papeles están asignados y el resultado, año tras año, es una velada que combina la calidez doméstica con la elegancia de una celebración bien organizada. Una lección de que, a veces, lo mejor no es inventar algo nuevo, sino perfeccionar lo que ya funciona.

Referencias

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