Cuando el reloj marca las seis de la tarde en Colombia, las calles comienzan a cobrar vida con un brillo especial. El 7 de diciembre se convierte en un mar de luces que baña balcones, parques y andenes de todo el país americano. A 8.000 kilómetros de distancia, en España, la noche ya ha caído y la diferencia horaria adelanta un ritual que trasciende fronteras: la celebración del Día de las Velitas, la víspera de la Inmaculada Concepción que para millones de colombianos marca el verdadero inicio de la Navidad.
En un piso de Madrid, Karol Ortega prepara con devoción lo que será una noche memorable. A sus 35 años, esta terapeuta lleva más de dos décadas residiendo en España, pero su corazón late al ritmo de las tradiciones que aprendió en su Cali natal. El timbre suena y la escena se repite como cada año: niños que irrumpen con risas desbordantes mientras los adultos se abrazan con una melancolía cargada de significado. Encender una vela no es un simple gesto, es un acto de conexión con sus raíces.
La luz que une continentes
"Es una ocasión para traer al presente lo que vivimos de pequeños y volver a conectar con la tierra, con nuestras raíces y con la familia. Es como un velo invisible que nos une", explica Karol mientras coloca pequeñas velas alrededor de su balcón. En cada rincón de su hogar, el calor de la tradición se mezcla con la realidad de una vida construida entre dos culturas. Sus hijos Sofía y Nicolás, de 8 y 5 años, observan con curiosidad este ritual que para ellos es familiar, pero que saben que no es español.
La celebración del Día de las Velitas en España representa mucho más que una costumbre religiosa. Se ha transformado en un pilar cultural para la diáspora colombiana, un espacio donde la nostalgia se convierte en esperanza y la distancia se acorta mediante la tecnología. Mientras en Colombia las familias caminan apresuradas con bolsas repletas de velas y faroles —esas pequeñas lámparas de papel, cartón o plástico que albergan una llama en su interior—, en Madrid las videollamadas se convierten en el puente emocional que salva los océanos.
Sabores que cuentan historias
La mesa de Karol refleja la dualidad de su realidad. Junto a la natilla y los buñuelos —esos dulces tradicionales que evocan los mercados navideños de Cali—, aparecen tablas de queso ibérico, jamón serrano y chorizo español. Esta fusión gastronómica simboliza la integración de las dos culturas que conforman la identidad de sus hijos, quienes crecen inmersos en ambas tradiciones.
El patrón se repite en cientos de hogares colombianos repartidos por toda España. Padres que celebran el Día de las Velitas con sus hijos, quienes al mismo tiempo participan en las fiestas de San Isidro o las Fallas Valencianas. Esta convivencia cultural no es una contradicción, sino una riqueza que fortalece la identidad de las nuevas generaciones nacidas en tierra extranjera.
La ciencia detrás de las tradiciones
Cecilia Estrada, directora de la Cátedra de Refugiados y Migrantes Forzosos de la Universidad Pontificia Comillas, ofrece una perspectiva académica sobre este fenómeno. Según la experta, el mantenimiento de las tradiciones en la diáspora permite a las familias migrantes preservar su identidad y transmitirla a las nuevas generaciones. "Reproducir rituales es fundamental para sostener la identidad en medio de un proceso de cambio como la migración", afirma Estrada.
La investigadora destaca que compartir estas prácticas con personas de otros países no solo refuerza el sentido de pertenencia, sino que también facilita la integración cultural de manera bidireccional. Los españoles que participan en estas celebraciones descubren nuevas formas de entender la Navidad, mientras que los colombianos encuentran un espacio de reconocimiento para su cultura.
Una celebración en evolución
En las ciudades españolas con mayor presencia colombiana —Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao—, el Día de las Velitas ha dejado de ser una celebración privada para convertirse en eventos comunitarios. Asociaciones culturales organizan encuentros en parques donde cientos de velas iluminan la noche, creando pequeños rincones de Colombia en plena Europa.
La música también juega un papel crucial. Aunque en Colombia suenan los acordes de la canción "Farolito" de Gloria Estefan desde cada esquina, en España las listas de reproducción se han diversificado. Cumbia, vallenato y música popular colombiana se mezclan con los villancicos españoles, creando un ambiente único que refleja la hibridación cultural de estas familias.
Nostalgia y esperanza compartidas
Para muchos migrantes, el Día de las Velitas es también un momento de reflexión emocional. Los ojos encharcados al recordar la celebración en su Cali natal contrastan con la alegría de ver a sus hijos adoptar estas tradiciones como propias. Es una noche donde la nostalgia se transforma en esperanza, donde el dolor de la distancia se alivia con la certeza de que las raíces no se pierden, sino que se expanden.
La videollamada con familiares en Colombia se ha convertido en el momento cumbre de la celebración. A través de las pantallas, las generaciones se conectan, los abuelos enseñan a los nietos la importancia de cada vela, y los primos comparten risas a pesar de los kilómetros de por medio. La tecnología, lejos de diluir la tradición, la fortalece y la hace más accesible.
Un legado para el futuro
Karol Ortega sabe que cada vela que enciende con sus hijos es una semilla de identidad que florecerá en el futuro. Sofía y Nicolás no solo aprenden sobre una tradición colombiana, sino que comprenden el valor de mantener vivas las raíces mientras se construye una vida en otro país. Esta transmisión intergeneracional es el verdadero legado del Día de las Velitas en la diáspora.
La celebración ha encontrado eco más allá de la comunidad colombiana. Vecinos españoles curiosos se acercan a los balcones iluminados, preguntan sobre el significado de la tradición y, en muchos casos, terminán participando. Esta apertura enriquece el tejido social de los barrios y demuestra que las tradiciones migrantes no son una amenaza a la identidad local, sino una oportunidad de crecimiento colectivo.
La Navidad comienza con una llama
Mientras en Colombia el 7 de diciembre marca el pistoletazo de salida de las festividades navideñas, en España esta celebración se ha convertido en un recordatorio de que la identidad no tiene fronteras. Las velas que iluminan los balcones madrileños, barceloneses o valencianos son faros de una cultura que se adapta sin perder su esencia.
El Día de las Velitas demuestra que la migración no es solo un movimiento de personas, sino de tradiciones, sabores y valores. Cada vela encendida en territorio español es un acto de resistencia cultural, pero también de integración creativa. Es la prueba de que es posible ser colombiano y español al mismo tiempo, de que las raíces se pueden mantener vivas mientras se extienden hacia nuevos horizontes.
Para la diáspora colombiana, esta noche especial es un recordatorio poderoso de que la distancia no borra la identidad. Al contrario, la intensifica, la purifica y la hace más consciente. Y para España, es una oportunidad de abrirse a la riqueza que aportan quienes han elegido este país como su segunda patria, iluminando no solo balcones, sino también corazones y mentes con la luz cálida de una tradición que viajó en las maletas de los migrantes para brillar con nueva intensidad.