Adaptar la monumental novela de Frank Herbert ha sido, sin exageración, uno de los desafíos cinematográficos más temidos y respetados de las últimas décadas. Publicada en 1965, Dune no es simplemente una historia de ciencia ficción, sino un tapiz narrativo que entreteje política intrincada, ecología compleja, religión mística y evolución humana. Su densidad temática y la profundidad de su world-building la convirtieron en una quimera para directores ambiciosos que soñaban con llevarla al cine, pero que chocaban contra la imposibilidad de condensar semejante universo en un formato tradicional de dos horas.
El legado literario de Herbert es tan vasto que su creación trascendió el género para convertirse en un análisis sociopolítico anticipatorio. La novela exploraba el poder de los recursos naturales, el colonialismo disfrazado de progreso y la manipulación religiosa décadas antes de que estos temas ocuparan el centro del debate cultural global. Esta riqueza temática, mientras hacía a la obra inmensamente atractiva, también representaba una espada de Damocles para cualquier adaptación cinematográfica. Cómo mantener la esencia filosófica sin sacrificar el ritmo narrativo se convirtió en el acertijo definitivo.
Los fantasmas del pasado han perseguido a Dune durante más de cuarenta años. A principios de los setenta, Alejandro Jodorowsky concibió una versión tan radical que incluía un reparto estelar con Salvador Dalí, Mick Jagger y Orson Welles, con diseños de H.R. Giger y música de Pink Floyd. El proyecto, documentado posteriormente en Jodorowsky's Dune, colapsó bajo el peso de un presupuesto que habría superado incluso a Star Wars. La visión del chileno, aunque nunca materializada, dejó una huella indeleble en la ciencia ficción cinematográfica, influyendo en obras como Alien y Blade Runner.
El siguiente intento recayó en manos de David Lynch en 1984. Su versión, producida por Dino De Laurentiis, resultó en un filme que el propio director terminó despreciando. Lynch, conocido por su surrealismo, se vio constreñido por un montaje final que no controlaba y un guion que intentaba abarcar demasiado en muy poco tiempo. El resultado fue una película confusa para el público general y decepcionante para los fans del libro, aunque con el tiempo ha ganado un estatus de culto por su estética única y su ambiente onírico. Sin embargo, en su momento representó un fracaso comercial que enterró las aspiraciones de Dune durante décadas.
Fue Denis Villeneuve quien finalmente rompió la maldición. El director canadiense, ya consolidado con obras maestras como Arrival y Blade Runner 2049, abordó el proyecto con una paciencia monástica y una confianza en la inteligencia del público. Su decisión más audaz fue dividir la novela en dos películas, rechazando la presión de contar toda la historia en una sola entrega. Este enfoque le permitió dedicar la primera parte a construir el mundo de Arrakis, introducir a sus habitantes y establecer las complejas dinámicas políticas sin apresuramientos.
El estreno de Dune en 2021 coincidió con un momento de incertidumbre global por la pandemia, pero eso no impidió que se convirtiera en un fenómeno cultural. La cinta recaudó más de 400 millones de dólares en taquilla mundial, una cifra impresionante considerando que muchos mercados tenían restricciones de aforo y que la película simultaneó su lanzamiento en HBO Max. Este éxito económico la posicionó como la décima película más taquillera del año y demostró que el público estaba dispuesto a abrazar una ciencia ficción exigente y cerebral.
El reconocimiento de la industria fue igualmente contundente. La Academia de Hollywood nominó la película en diez categorías de los premios Oscar, incluyendo las más prestigiosas: Mejor Película, Mejor Guión Adaptado y Mejor Director. Finalmente, se alzó con seis estatuillas en las categorías técnicas: Mejor Fotografía, Mejor Diseño de Producción, Mejor Sonido, Mejor Montaje, Mejor Banda Sonora Original y Mejor Diseño de Vestuario. Estos premios no solo celebraron la excelencia técnica, sino que validaron la visión de Villeneuve de crear una experiencia cinematográfica totalmente inmersiva.
Para los espectadores españoles, hoy llega una oportunidad excepcional. La película se emitirá en La 1 de TVE a las 22:00 horas, en una señal de que la televisión pública apuesta por contenido de calidad cinematográfica. La emisión en abierto democratiza el acceso a una obra que muchos solo pudieron seguir a través de plataformas de pago. Además, RTVE Play ofrecerá la película bajo demanda, permitiendo pausar, rebobinar y disfrutar de cada detalle de su elaborada estética. Esta doble ventana de exhibición refleja la nueva era de consumo cultural, donde la linealidad y la demanda coexisten.
La trama se centra en Paul Atreides, joven heredero de una de las Casas Nobiliarias más poderosas del Imperio Galáctico. Interpretado con intensidad contenida por Timothée Chalamet, Paul es más que un príncipe privilegiado; es el producto de un programa de cría genética orquestado por la misteriosa orden de las Bene Gesserit. Su madre, Lady Jessica, ha entrenado en las artes mentales de esta hermandad, dotándole de habilidades que lo hacen único. La llegada a Arrakis no es solo un cambio de residencia, sino el cumplimiento de un destino que se ha estado gestando durante generaciones.
El planeta Arrakis es el verdadero protagonista de la historia. Un mundo desértico donde el agua es tan escasa que las lágrimas son consideradas un regalo sagrado. Bajo sus dunas interminables habita el gusano de arena, una criatura colosal que produce la especia, la sustancia más valiosa de la galaxia. Esta especia no solo permite el viaje interestelar, sino que prolonga la vida y expande la conciencia. Su extracción es peligrosa y su control determina el equilibrio de poder en todo el Imperio. La explotación de Arrakis por parte de la Casa Harkonnen ha dejado al planeta devastado y a su población nativa, los Fremen, sometida.
La conspiración que desencadena la tragedia es una maquinación política de primer nivel. El Emperador Shaddam IV, temeroso del creciente poder y popularidad del duque Leto Atreides, orquesta una traición en colaboración con el barón Vladimir Harkonnen. La transición de la administración de Arrakis de los Harkonnen a los Atreides es una cortina de humo para una masacre. Cuando los Atreides llegan, encuentran un planeta con infraestructuras sabotadas, informadores infiltrados y un ejército enemigo preparado para atacar. La caída de la Casa Atreides es rápida y brutal, pero no total.
La supervivencia de Paul y Lady Jessica en el desierto constituye el acto central de la película. Desprovistos de recursos y perseguidos por las tropas Harkonnen, deben adaptarse a un entorno que parece hostil en todos los sentidos. El traje de stillsuit, que recicla toda el agua del cuerpo, se convierte en su segunda piel. Aprenden a caminar sin ritmo para no atraer a los gusanos de arena. Cada paso es una lección de humildad y adaptación. Este proceso de transformación es visualmente metafórico: Paul deja atrás su identidad de noble para convertirse en algo más, una leyenda en gestación.
El encuentro con los Fremen marca el punto de inflexión. Liderados por el sabio Stilgar, interpretado con autoridad por Javier Bardem, los Fremen son mucho más que simples habitantes del desierto. Son un pueblo con una cultura rica, una espiritualidad profunda y un plan de resistencia milenario. Chani, encarnada por Zendaya, representa la conexión entre dos mundos: es Fremen pero también se convierte en la guía de Paul hacia su destino. Los Fremen no son salvajes, sino los verdaderos guardianes de Arrakis, los únicos que comprenden su ecología y sus misterios.
La crítica especializada recibió la película con entusiasmo unánime. Alejandro G. Calvo, en su reseña para SensaCine, la calificó como una experiencia visual de primer nivel que genera asombro constante. El crítico destacó la capacidad de Villeneuve para crear imágenes de una majestuosidad tal que resulta imposible desviar la mirada, describiéndola como un espectáculo totémico que redefine el género. La película equilibra la grandiosidad épica con momentos íntimos, construyendo un mundo tan creíble que cada fotograma merece ser analizado. La banda sonora de Hans Zimmer, combinada con la fotografía de Greig Fraser, genera una experiencia sensorial que trasciende la mera proyección cinematográfica.
El aspecto técnico de la película establece un nuevo paradigma. La fotografía de Greig Fraser utiliza formatos de gran formato para capturar tanto la inmensidad del paisaje como la intimidad de los rostros. La banda sonora de Hans Zimmer abandona las melodías tradicionales para crear texturas sonoras que evocan el viento del desierto y el rugido de los gusanos. El diseño de producción construye un futuro que se siente antiguo, donde la tecnología avanzada coexiste con estructuras feudales. Este realismo fantástico es la marca distintiva de Villeneuve.
El futuro de la franquicia está asegurado. Dune: Parte 3, programada para diciembre de 2026, completará la adaptación de la primera novela. Villeneuve ha declarado que esta será su despedida del universo de Herbert, aunque la productora Legendary Entertainment ya explora proyectos derivados centrados en la Bene Gesserit y otros aspectos del lore. La expectativa es monumental, especialmente después de que Dune: Parte Dos superara incluso a su predecesora en taquilla y aclamación crítica.
En definitiva, la versión de Villeneuve no solo ha rescatado a Dune del limbo cinematográfico, sino que ha redefinido lo que puede lograr la ciencia ficción épica en el cine moderno. Su emisión en televisión abierta representa una democratización cultural sin precedentes. Ya sea en directo por La 1 o bajo demanda en RTVE Play, esta es la ocasión perfecta para sumergirse en el desierto de Arrakis y comprender por qué esta saga se ha convertido en el referente del género para el siglo XXI. No es solo una película; es una experiencia que redefine los límites del espectáculo cinematográfico.