El Casademont Zaragoza puso fin al año 2025 con una derrota contundente que echa por tierra sus aspiraciones de mirar hacia las posiciones altas de la clasificación. En el encuentro disputado este sábado a las 19:00 horas, el equipo rojillo sucumbió ante el Baxi Manresa por un marcador de 83-95, en un choque donde nunca encontró su ritmo y que deja en entredicho su regularidad en esta temporada.
Desde el salto inicial, el conjunto aragonés mostró signos de incomodidad sobre la pista. Las sensaciones no fueron las deseadas y pronto quedó patente que el rival llegaba mucho más enchufado al duelo. Los visitantes impusieron su ley desde el primer cuarto, con una intensidad defensiva y un acierto ofensivo que dejaron a los locales siempre a remolque. La falta de conexión entre los jugadores del Casademont fue evidente, y las desconexiones en momentos decisivos del partido terminaron por sentenciar el encuentro.
El desarrollo del choque reflejó a la perfección la dinámica de una temporada marcada por la irregularidad. Cuando el equipo parecía reaccionar y acercarse en el marcador, un nuevo bajón anímico o una racha de errores consecutivos devolvía la ventaja al Baxi Manresa. Los jugadores locales no lograron mantener la concentración durante los 40 minutos, y eso se tradujo en una falta de continuidad en el juego que el rival supo aprovechar sin piedad.
Los problemas del Casademont Zaragoza fueron múltiples. En ataque, el bajo porcentaje de acierto en tiros exteriores y la dificultad para generar juego interior permitieron a los defensores del Manresa cerrar líneas de pase con comodidad. La falta de movilidad sin balón y la precipitación en decisiones clave lastraron las opciones de remontada. Por su parte, en defensa, las ayudas tardías y los desajustes en los cambios permitieron al conjunto visitante encontrar tiros cómodos y anotar con facilidad.
El momento definitivo llegó en el último cuarto, cuando el Baxi Manresa apretó el acelerador y el Casademont no tuvo respuesta. Una serie de triples consecutivos del rival rompió cualquier atisbo de reacción local, y la ventaja superó la decena de puntos. A pesar de los intentos del entrenador por refrescar el juego con cambios y tiempo muertos, la dinámica no varió. El equipo aragonés se vio superado con claridad en todos los aspectos del juego.
Esta derrota tiene un sabor especialmente amargo porque llega en un momento clave del calendario. Con la Copa del Rey en el horizonte, cada partido se convierte en una final para los equipos que pelean por entrar en el top de la clasificación. El Casademont Zaragoza, que había mostrado destellos de buen juego en fechas anteriores, ve ahora cómo esas opciones se desvanecen. La distancia con los puestos de privilegio aumenta, y el margen de error se reduce prácticamente a cero.
La temporada del conjunto rojillo viene definida precisamente por esta falta de regularidad. Capaz de las mejores y peores versiones, el equipo no ha logrado consolidar un estilo de juego propio que le permita competir con garantías en cada jornada. Los altibajos han sido constantes, y eso se traduce en una posición en la tabla que no refleja el potencial de la plantilla. Partidos como el de este sábado demuestran que, cuando no se alcanza el nivel de intensidad requerido, cualquier rival puede imponerse con solvencia.
El vestuario del Casademont Zaragoza deberá hacer una profunda reflexión durante estas fechas navideñas. La falta de compromiso defensivo y la facilidad con la que el rival ha encontrado camino hacia el aro son aspectos que deben corregirse de inmediato. El calendario no da tregua, y la competición en la Liga ACB es tan exigente que cualquier distracción se paga caro. Los jugadores deben asumir responsabilidades y encontrar esa conexión que les haga funcionar como un bloque sólido.
El Baxi Manresa, por su parte, firma una victoria de gran valor. El equipo catalán demostró una vez más que es un rival temible para cualquier adversario cuando encuentra su ritmo. Su capacidad para mantener la concentración durante todo el encuentro y para castigar los errores del rival habla de un trabajo bien heco en el banquillo. Esta victoria les consolida en una posición cómoda y les da moral de cara a los próximos compromisos.
Para el Casademont, el reto ahora es levantar la cabeza rápidamente. La competición no espera, y los próximos partidos serán decisivos para definir el rumbo de la temporada. El equipo necesita encontrar urgentemente soluciones a sus problemas de consistencia. Solo así podrá soñar con revertir la situación y acercarse a los objetivos marcados al inicio de la campaña.
La afición rojilla, que acudió al pabellón con ilusión, se fue con un sabor de derrota y preocupación. El apoyo incondicional siempre está presente, pero también exige respuestas sobre la pista. Los jugadores tienen la obligación de devolver esa confianza con entrega y competitividad. El camino es largo, pero el tiempo se agota para demostrar que este proyecto tiene la solidez necesaria para competir a gran nivel.
En definitiva, el 83-95 final refleja una realidad difícil de digerir para el Casademont Zaragoza. La falta de regularidad, las desconexiones en momentos clave y la superioridad del rival han dejado a los aragoneses en una posición comprometida. La temporada aún tiene mucho recorrido, pero las alarmas ya están encendidas. Solo con trabajo, unidad y una mejora sustancial en los aspectos tácticos y psicológicos, el equipo podrá revertir esta dinámica negativa y volver a soñar con la Copa del Rey.