Sonrisas y lágrimas: secretos del musical más famoso de la historia

Descubre las curiosidades y anécdotas desconocidas del clásico de Julie Andrews que conquistó el mundo

El cine musical tiene en Sonrisas y lágrimas uno de sus máximos exponentes. Estrenada en 1965 y dirigida por Robert Wise, esta producción de Hollywood no solo cosechó cinco premios Óscar, sino que se convirtió en un referente cultural que trasciende generaciones. La historia, basada en hechos reales, nos transporta a la Austria de los años treinta, donde una novicia llamada Maria llega a la mansión de un estricto capitán de la marina para hacerse cargo de la educación de sus hijos.

Lo que muchos desconocen es que el filme se sustenta en las memorias de Maria Augusta von Trapp, publicadas bajo el título La historia de los cantantes de la familia Trapp. Aunque la película respeta la esencia de estas vivencias, los guionistas tomaron notables libertades creativas. La más evidente es el número de descendientes: mientras en la gran pantalla aparecen siete niños, la familia real contaba con diez miembros. Esta simplificación narrativa buscaba agilizar el ritmo de la historia sin saturar al espectador.

El legado de los Von Trapp trasciende la ficción. La residencia donde transcurría la trama, ubicada en Salzburgo, existe en la realidad. Los productores contemplaron rodar las escenas en el domicilio original, pero las negociaciones fracasaron porque el inmueble albergaba una congregación misionera. Hoy en día, esa misma propiedad funciona como hotel y se ha convertido en un destino turístico de peregrinación para los aficionados, quienes pueden dormir en las mismas habitaciones que los protagonistas históricos.

Julie Andrews encarnó a Maria con una frescura que definió su carrera. Sin embargo, el proceso de filmación estuvo lejos de ser idílico. La secuencia más emblemática de la película, donde la protagonista canta en medio de un paisaje alpino mientras la cámara, montada en un helicóptero, se acerca desde las alturas, se convirtió en una auténtica odisea para la intérprete. Las corrientes generadas por las hélices del aparato eran tan intensas que cada toma terminaba con Andrews en el suelo. La actriz, que ya conocía los entresijos del cine, confesó posteriormente que nunca imaginó que una escena aparentemente sencilla requeriría tanto esfuerzo físico. Literalmente, tuvo que tragarse barro en múltiples ocasiones hasta que el director dio su aprobación.

Otra anécdota igualmente sorprendente sucedió durante el rodaje de la escena del lago. La pequeña Kym Karath, quien interpretaba a Gretl, la benjamina de los Von Trapp, no sabía nadar. Cuando el bote volcó, tal como establecía el guion, Andrews debía lanzarse hacia adelante y rescatar a la niña. Sin embargo, algo salió mal. La actriz perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, mientras Karath se hundía en el agua. El equipo tuvo que intervenir de inmediato para sacar a la niña, quien tragó una cantidad considerable de agua y, en un desafortunado giro, terminó vomitando sobre su salvadora. Este incidente demuestra que, detrás de la magia cinematográfica, existen riesgos reales que los profesionales afrontan con profesionalidad.

La atención al detalle de Robert Wise se manifestó incluso en los cameos. La auténtica Maria von Trapp aparece fugazmente en un plano de fondo durante una escena, un homenaje sutil a la mujer cuya historia inspiró millones. Este tipo de guiños convierten a Sonrisas y lágrimas en una cinta que premia la mirada atenta.

El contexto histórico de la obra también merece mención. La película retrata el ascenso del nazismo en Austria con una delicadeza que la hace accesible para todos los públicos. La decisión de la familia de abandonar su patria y refugiarse en Suiza, trasladada a la pantalla con dramatismo, refleja el coraje de los Von Trapp reales, quienes efectivamente huyeron de la anexión alemana. Su posterior establecimiento en Estados Unidos y la formación del coro familiar que recorrió el mundo son capítulos menos conocidos pero igualmente fascinantes.

Desde su estreno, el filme ha generado una comunidad de seguidores que organizan proyecciones temáticas, visitas guiadas por Salzburgo y conciertos con su banda sonora. Las canciones, compuestas por Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II, como Do-Re-Mi o My Favorite Things, se han convertido en himnos populares que trascienden la barrera del idioma.

La influencia de Sonrisas y lágrimas se extiende más allá del entretenimiento. Pedagogos y psicólogos han estudiado cómo la música, tal como se representa en la cinta, puede transformar dinámicas familiares y sanar relaciones. La figura de Maria, con su pedagogía basada en el arte y la libertad, contrasta con la rigidez del capitán Von Trapp, simbolizando el choque entre la autoridad despiadada y la ternura educativa.

En el terreno técnico, la película supuso un avance en la utilización de locales naturales para rodajes de gran presupuesto. Los paisajes de los Alpes austriacos no son simples decorados, sino protagonistas activos que realzan la narrativa. La fotografía de Ted D. McCord captura la majestuosidad de la naturaleza, convirtiendo cada fotograma en una postal viviente.

El éxito de taquilla fue arrollador. Convirtiéndose en la tercera película más taquillera de su época, solo superada por Lo que el viento se llevó y La película del año, demostró que los musicales podían ser rentables y artísticamente respetables. Su legado se consolidó con la restauración digital de 2010, que permitió que nuevas generaciones descubrieran su encanto en alta definición.

A día de hoy, Sonrisas y lágrimas continúa siendo un fenómeno cultural. Los derechos de autor de las canciones y la historia han generado una industria paralela de musicales escolares, adaptaciones teatrales y merchandising. La película original de Broadway, estrenada en 1959 con Mary Martin, sentó las bases, pero fue la visión cinematográfica de Wise la que la universalizó.

Las lecciones que transmite son atemporales. La importancia de la familia, el poder de la música como herramienta de resistencia ante la opresión y el valor de seguir nuestros sueños son mensajes que resuenan en cualquier contexto social. Por eso, cada Navidad, cadenas de televisión de todo el mundo la retransmiten, convirtiéndola en un ritual colectivo.

En definitiva, Sonrisas y lágrimas no es solo un musical. Es un testimonio de la resiliencia humana, un canto a la libertad y una obra maestra que, pese a las dificultades de su rodaje, logró capturar la magia de una historia real y transformarla en mito cinematográfico. Las anécdotas de su producción, lejos de empañar su brillo, añaden capas de humanidad a una creación que sigue emocionando después de casi seis décadas.

Referencias

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