El Ministerio de Igualdad ha presentado su propuesta más ambigua para el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, que se conmemora cada 25 de noviembre. Bajo el título La búsqueda del tesoro, la institución apuesta por un formato cinematográfico de más de seis minutos protagonizado por la reconocida actriz Ester Expósito, cuya interpretación desmonta las apariencias de un romance para revelar una trama de chantaje y maltrato familiar.
La pieza audiovisual, que ya puede visualizarse en la plataforma Filmin, parte de un engaño: un hombre prepara lo que aparenta ser una romántica petición de mano para su pareja. Sin embargo, a medida que avanza el relato, el espectador descubre que el verdadero objetivo del video es someter emocionalmente a la madre de su hija, utilizando a la menor como herramienta de presión. Esta técnica, conocida como violencia vicaria, representa una de las manifestaciones más insidiosas del maltrato machista.
El argumento se desarrolla en un plano secuencia de cuatro minutos que mantiene el rostro de Expósito como único punto focal. La cámara, inmóvil, captura cada matiz de su expresión mientras la protagonista lee en voz alta el contenido manipulador del video. La actriz construye un arco emocional que va desde la esperanza inicial hasta la desolación, pasando por la lucidez de quien reconoce las señales de un control patológico. Esta elección formal refuerza la sensación de claustrofobia que viven las víctimas cuando el agresor convierte a los hijos en rehenes emocionales.
La violencia vicaria se define como aquella que se ejerce sobre terceros —generalmente hijos e hijas, pero también otros familiares— con el propósito de dañar, controlar o castigar a la víctima principal. En este caso, el padre amenaza con privar a la madre de la custodia de la pequeña Amelie, convirtiendo la relación paterno-filial en un arma de doble filo. El cortometraje logra traducir esta realidad invisible en una experiencia tangible para el público general.
Los datos que maneja la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género resultan escalofriantes. Desde 2013 hasta julio de 2025, 65 menores han sido asesinados en contextos de violencia machista. De ese total, 38 fueron víctimas directas de violencia vicaria, perpetradas por padres o parejas de las madres. Estas cifras, que representan vidas truncadas, subrayan la urgencia de visibilizar una problemática que a menudo permanece oculta detrás de disputas legales y chantajes familiares.
Ana Redondo, titular del Ministerio de Igualdad, ha enfatizado que los asesinatos constituyen solo la punta del iceberg. Existe una violencia soterrada, cotidiana, que se materializa en amenazas veladas, manipulación parental y sabotaje de las relaciones madre-hijo. La campaña busca precisamente desenterrar estas dinámicas tóxicas y equipar a la ciudadanía con herramientas de detección temprana.
La producción ha corrido a cargo de Rebolución, gestionada por Hogarth, mientras la agencia creativa Ogilvy ha desarrollado el concepto estratégico. La dirección recae en Agustina Macri, quien ha sabido equilibrar la sensibilidad del tema con una puesta en escena que no cae en el morbo. La decisión de estrenar el trabajo en Filmin, plataforma especializada en cine de autor, revela la intención de posicionar la piea como un producto cultural de calidad, más allá de su función publicitaria.
El relato homónimo del escritor argentino Hernán Casciari sirve como base literaria para la trama. Esta adaptación mantiene la esencia del original: la construcción de un discurso aparentemente amoroso que esconde una trampa psicológica. El texto, cuidadosamente adaptado al contexto español, funciona como un manual de manipulación que muchas víctimas reconocerán de inmediato.
Más allá del vídeo, la campaña incorpora una serie de gráficas que imitan dibujos infantiles para subrayar el impacto en la infancia. Mensajes contundentes como Ningún maltratador puede ser un buen padre acompañan ilustraciones que, con apariencia ingenua, denuncian la crueldad de utilizar a los hijos como moneda de cambio. Esta estrategia visual busca romper la naturalización de comportamientos que, en muchos casos, se justifican bajo el amparo de la parentalidad.
Los objetivos de la iniciativa son múltiples. En primer lugar, sensibilizar a la población sobre la complejidad de la violencia vicaria, que no siempre deja marcas físicas visibles pero genera secuelas psicológicas devastadoras. En segundo lugar, educar en la detección temprana de señales de riesgo: control excesivo de los horarios de visita, denigración de la figura materna ante los hijos, utilización de la economía familiar como mecanismo de presión.
Otra meta fundamental es reforzar la confianza en los recursos institucionales. Muchas víctimas no denuncian por miedo a represalias o por desconocer los mecanismos de protección. La campaña promueve activamente el teléfono 016, servicio gratuito y confidencial que atiende 24 horas. Asimismo, busca generar un rechazo social hacia los agresores, rompiendo con la impunidad que rodea a quienes ejercen este tipo de violencia en la esfera privada.
La elección de Ester Expósito como rostro visible no es casual. Su popularidad entre el público joven y su trayectoria en roles dramáticos la convierten en una vocera creíble para un mensaje que necesita trascender las redes sociales. La actriz ha aceptado el reto de dar voz a miles de mujeres que permanecen en silencio, aprovechando su influencia para visibilizar una realidad que afecta a cientos de familias.
La campaña del 25N representa un giro cualitativo en la comunicación institucional sobre violencia de género. En lugar de mensajes genéricos, apuesta por la narrativa específica, el dato concreto y el formato cinematográfico. Esta estrategia reconoce que la ciudadanía demanda contenidos que, además de informar, emocionen y movilicen.
La violencia vicaria no es un problema privado, sino una manifestación pública del desigualdad estructural. Cada vez que un agresor utiliza a un hijo para dañar a una mujer, está perpetuando un sistema de control que tiene raíces patriarcales. La respuesta, por tanto, debe ser colectiva: desde la escuela hasta los tribunales, pasando por los medios de comunicación y las redes sociales.
El cortometraje concluye sin resolución feliz, porque la realidad que retrata tampoco la ofrece. Su final abierto invita a la reflexión y, sobre todo, a la acción. La cámara se aleja dejando a la protagonista en su soledad, pero el espectador sabe que existen vías de escape, recursos de ayuda y una sociedad que, poco a poco, deja de mirar hacia otro lado.
En este 25 de noviembre, el Ministerio de Igualdad no solo recuerda a las víctimas, sino que activa una herramienta de prevención y concienciación. La búsqueda del tesoro no es solo el título de un cortometraje, sino una metáfora de lo que pierden las víctimas cuando el maltrato les arrebata lo más preciado: la libertad y la maternidad sin condiciones.