Berta Vázquez desafía el tabú de las adicciones con un mensaje directo

La actriz denuncia la normalización del consumo de drogas en todos los ámbitos sociales y laborales

La actriz Berta Vázquez ha vuelto a demostrar por qué es una de las voces más valientes del panorama actual. Conocida por su sinceridad a la hora de abordar temas complejos, ha lanzado un mensaje contundente sobre las adicciones que está generando un intenso debate en redes sociales y medios de comunicación. Su advertencia inicial ya anticipaba la crudeza de su discurso: "Este vídeo va a doler a mucha gente", aseguraba antes de sumergirse en una reflexión que cuestiona las dinámicas sociales normalizadas.

Desde el primer momento, Vázquez dejó claro que abordaría un asunto incómodo, aquel que la sociedad prefiere mantener en la sombra. "Voy a hablar de un tema que es bien sabido y poco hablado", señalaba, preparando el terreno para una crítica directa al consumo generalizado de sustancias estupefacientes. Su análisis no se queda en la superficie, sino que profundiza en las estructuras que permiten que este fenómeno persista como un secreto a voces.

La actriz no dudó en mencionar específicamente la cocaína como la sustancia más extendida, pero lo hizo desde una perspectiva que trasciende los estereotipos. Su afirmación resulta demoledora: "La mayoría, y digo la mayoría, no queriendo decir todo el mundo ni casi todo el mundo, sino muchísimo porcentaje de gente toma cocaína". Esta declaración rompe con la imagen tradicional del consumidor de drogas para dibujar un mapa mucho más amplio y preocupante.

Lo más impactante de su mensaje es la transversalidad que atribuye a este problema. Vázquez enumera profesiones de manera deliberada para evidenciar que ningún sector queda exento: "Estoy hablando de todo el mundo, da igual que seas cocinero, policía, camarero, abogado, juez...". Con esta enumeración, la intérprete destruye el mito de que las adicciones solo afectan a determinados colectivos, mostrando cómo el consumo se ha infiltrado en todas las capas profesionales y sociales.

El término "epidemia" es el que utiliza para definir la situación, un calificativo que no deja lugar a dudas sobre la gravedad que ella percibe. Sin embargo, advierte que este problema se mantiene oculto precisamente porque "somos tan modernos ahora", en una crítica irónica a la capacidad de la sociedad contemporánea para mirar hacia otro lado mientras se jacta de su progresismo.

Uno de los aspectos más controvertidos de su intervención es la denuncia de las adicciones encubiertas. Vázquez habla de "personas con adicciones reales disfrazadas de recreativas", refiriéndose a aquellos consumos que se justifican bajo el paraguas del ocio, las celebraciones o las reuniones sociales. Esta normalización del uso es, según su perspectiva, la forma más insidiosa en que opera la adicción en la actualidad.

La actriz desglosa escenarios cotidianos donde este consumo se camufla: "en celebraciones, las fiestas, los fines de semana, reuniones entre amigos, en casa, en el trabajo". Pero va más allá, señalando que muchas veces la justificación es funcional: "para tener más energía, para trabajar mejor, para tirar para adelante, para aguantar el tipo". Esta visión revela cómo la presión laboral y social se convierte en excusa para un consumo que, lejos de ser esporádico, responde a una dependencia estructural.

La pregunta retórica que lanza Vázquez resulta especialmente incisiva: "¿Cuántos contratos se habrán firmado en un baño de un club?". Con esta frase, la actriz pone el dedo en la llaga de ciertas dinámicas laborales y de networking donde el consumo de drogas se ha convertido casi en un requisito no escrito, un ritual que facilita las conexiones profesionales en determinados entornos.

Es crucial destacar que Vázquez matiza constantemente su discurso para evitar malentendidos. Insiste en que cuando habla de "adictos" no lo hace con intención despectiva, sino con precisión terminológica: "no lo estoy diciendo como una cosa despectiva, lo estoy diciendo como lo que es, su nombre". Esta aclaración es fundamental para entender su enfoque: no busca estigmatizar, sino nombrar con honestidad una realidad que, según ella, la sociedad se niega a reconocer abiertamente.

El mensaje de la actriz tiene un componente de empatía y llamamiento a la acción. "Las personas que tienen adicciones son personas a las que yo animo, naturalmente, a pedir ayuda", afirma, posicionándose como aliada de quienes luchan contra esta problemática. Esta declaración convierte su crítica en un acto de solidaridad, no de condena.

La reflexión de Vázquez se amplía hacia una meditación sobre la complejidad de la existencia humana. "Problemas tenemos todos en la vida. Principalmente estar vivo ya es un pequeño problema", plantea, contextualizando las adicciones dentro del marco de dificultades universales. Enumina las tensiones cotidianas: "Sobrevivir, trabajar, ganar dinero, pagar las cuentas, no tener deudas, tener gente que merezca la pena alrededor", reconociendo que la vida ya es compleja por sí misma.

Sin embargo, establece una diferencia clave entre quienes enfrentan estos retos sin adicciones y quienes sí las padecen. Mientras que "el resto, las personas que no tenemos adicciones graves, caminamos en alguna dirección", avanzando y aprendiendo, las personas con adicciones "no caminan en ninguna dirección, en realidad". Esta metáfora del caminar resume su visión sobre cómo la adicción paraliza el desarrollo vital, impidiendo avanzar hacia metas o simplemente hacia un futuro más estable.

La actriz concluye con una frase que resume su filosofía: "Estar vivo es muy fuerte. La rutina, la vida, el día a día es muy fuerte". Esta repetición enfatiza la idea de que la mera existencia ya exige una fortaleza considerable, por lo que añadir la carga de una adicción resulta una carga abrumadora.

El impacto de estas declaraciones no radica solo en su contenido, sino en quién las pronuncia. Vázquez no es una experta en adicciones ni una autoridad médica, pero su condición de figura pública que habla desde la experiencia y la observación directa le confiere un poder especial. Su voz llega a audiencias que quizás no estarían expuestas a mensajes más institucionales sobre este tema.

La reacción que está generando su mensaje demuestra que ha tocado una fibra sensible. Muchos seguidores agradecen su valentía por nombrar lo que otros solo susurran. Sin embargo, también es probable que su contundencia genere polémica, especialmente por el uso de términos como "la mayoría" sin datos cuantitativos que lo respalden. Aun así, su intención parece más descriptiva que científica: pintar un cuadro de percepción social que, según ella, refleja una realidad invisible en los discursos oficiales.

El fenómeno que describe Vázquez, donde las adicciones se ocultan bajo capas de normalización social, es un tema que los expertos en salud pública llevan años alertando. La diferencia está en que lo expone sin filtros, sin el lenguaje técnico que a veces distancia a los ciudadanos de los problemas de salud mental y comportamental. Su discurso es crudo, directo y, precisamente por eso, está logrando el impacto que buscaba.

En definitiva, Berta Vázquez ha conseguido poner sobre la mesa un debate que la sociedad española, y en general occidental, sigue eludiendo. Su mensaje sirve como espejo incómodo que refleja comportamientos normalizados pero potencialmente destructivos. Más allá de las cifras o los estudios epidemiológicos, su testimonio abre una conversación necesaria sobre cómo reconocer y ayudar a quienes, rodeados de gente, luchan solos contra adicciones que no se atreven ni a nombrar.

Referencias

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