Denzel Washington: 15 años amargado por perder un Óscar

El actor reconoce que la derrota por 'Huracán Carter' en 2000 le marcó durante más de una década, reconociendo que bebió esa noche y que su amargura duró hasta 2014

Denzel Washington, una de las figuras más respetadas y talentosas de Hollywood, ha protagonizado una revelación que sorprende por su honestidad y vulnerabilidad. Durante una entrevista reciente con la revista Esquire para promocionar su último trabajo en 'Gladiator 2', el actor ha abierto su corazón sobre un episodio que le marcó profundamente durante más de una década: la derrota en los premios Óscar de 2000 por su magistral interpretación en 'Huracán Carter'.

La historia comienza con la confianza de un artista que ya había probado el éxito más dulce. Washington había conquistado su primera estatuilla dorada en 1990 por su papel en 'Tiempos de gloria', un reconocimiento que no solo consolidó su carrera sino que también le convirtió en uno de los actores más prometedores de su generación. Sin embargo, la espera por un segundo Óscar se prolongaría más de lo esperado, generando en él un sentimiento de amargura que perduraría quince largos años.

El actor estadounidense estaba absolutamente convencido de que el año 2000 sería su año de consagración. Su interpretación de Rubin 'Huracán' Carter, el boxeador injustamente encarcelado durante casi dos décadas, había cosechado elogios unánimes de la crítica especializada y el público. El propio Washington había ganado el Globo de Oro por este papel, un indicador que históricamente suele preceder al Óscar. La expectativa era máxima, tanto para él como para su equipo de representantes y la propia producción de la película.

Pero la noche de la ceremonia de la Academia trajo una sorpresa desagradable que nadie en su círculo había anticipado. Cuando se anunció el ganador a la mejor interpretación masculina, el nombre de Kevin Spacey por 'American Beauty' resonó con fuerza en el teatro. Washington recuerda aquel momento con una mezcla de desconcierto y dolor que aún hoy se percibe en su voz: "Creo que había ganado el Globo de Oro por 'Huracán Carter'. ¿Ves? Ya casi no me acuerdo, ¿no es una locura? Pero luego, en los Óscar, mencionaron el nombre de Kevin Spacey por 'American Beauty'. Recuerdo que me di vuelta y lo miré, y no había nadie de pie, excepto la gente que lo rodeaba. Todos los demás me miraban. Tal vez así lo percibí. ¿Por qué me mirarían todos? Pensándolo ahora, no creo que lo hicieran...".

La escena que describe es incómoda y reveladora: un salón lleno de colegas y profesionales que, según su percepción en ese momento vulnerable, parecían compadecerle o compartir su sorpresa. La realidad, tal vez, era diferente, pero la herida era tan profunda que su mente registró cada detalle como una confirmación de su fracaso personal y profesional.

La reacción de Washington fue inmediata, humana y muy honesta. "Estoy seguro de que me fui a casa y bebí esa noche. Tenía que hacerlo", reconoce sin tapujos ni intentos de justificación. Sin embargo, se apresura a matizar para evitar malentendidos: "No quiero sonar como si dijera: 'Oh, él ganó mi Óscar' o algo por el estilo. No fue así". Esta aclaración revela la complejidad de sus sentimientos: no era un resentimiento personal hacia Spacey, sino una frustración interna que le consumía por dentro, una sensación de haber decepcionado a quienes creían en él y a sí mismo.

Lo que Washington no sabía entonces, atrapado en la intensidad del momento, era que aquella derrota desencadenaría una década y media de amargura latente que afectaría su relación con la industria. El actor describe un periodo en el que se distanció emocionalmente del mundo del cine: "Pasé por una época en la que Pauletta [su esposa] veía todas las películas de los Óscar. Yo le decía que no me importaba. ¿A ellos no les importo? No me importa. Vota, míralas. Yo no las veo. Me di por vencido. Me amargué. Me compadecí".

Este distanciamiento no fue inmediato, sino un proceso gradual que se fue instalando en su día a día. Durante quince años, desde 1999 hasta 2014, Washington vivió con una amargura que él mismo no reconocía plenamente, como un estado de negación consciente. "Así que te diré que durante unos quince años, desde 1999 hasta 2014, cuando dejé la bebida, estaba amargado. Ni siquiera sabía que estaba amargado", admite con la honestidad que caracteriza su testimonio y que resulta conmovedora.

El periodo al que se refiere incluye películas significativas de su filmografía que, en retrospectiva, pueden verse como producto de esa etapa emocional. 'John Q', donde interpreta a un padre desesperado, o 'El mensajero del miedo', un thriller psicológico, son obras que reflejan cierta oscuridad en su carácter. "Supongo que 'John Q', 'El mensajero del miedo'...", menciona casi como si aquellos proyectos hubieran estado marcados por su estado de ánimo, como si la amargura se hubiera convertido en su compañera invisible, afectando su percepción del trabajo y la industria que le rodeaba.

Curiosamente, Washington obtuvo su segundo Óscar en 2002 por su poderosa interpretación en 'Training Day', justo en medio de este periodo de amargura. Uno podría pensar que este reconocimiento, tan esperado, habría cerrado la herida del 2000, pero no fue así. La victoria parece haber sido un consuelo insuficiente para la herida profunda que le causó la derrota por 'Huracán Carter'. La expectativa frustrada había dejado una marca más honda que el propio premio no pudo borrar, demostrando que algunas decepciones profesionales trascienden el reconocimiento externo.

La película 'Huracán Carter', dirigida por Norman Jewison, narra la historia real de Rubin Carter, un boxeador condenado injustamente por triple homicidio en 1967 y cuya lucha por la libertad se convirtió en un símbolo de la injusticia racial en Estados Unidos. La interpretación de Washington fue aclamada por su intensidad y compromiso, pero la competencia ese año era excepcionalmente feroz. 'American Beauty', la película que le arrebató el premio, era un fenómeno cultural que dominó los Óscar de aquel año, ganando cinco estatuillas incluyendo Mejor Película.

El papel de su esposa Pauletta resulta fundamental en esta narrativa. Mientras él se alejaba emocionalmente de los premios y la competición, ella mantenía el interés por las películas y las ceremonias. Este contraste refleja cómo la amargura de Washington era una carga personal que no compartía ni siquiera con su familia más cercana, creando una especie de aislamiento emocional que duró años. Su matrimonio, sin embargo, resistió esta prueba, demostrando una fortaleza que el actor valora profundamente.

El actor finalmente encontró la paz en 2014, cuando tomó la decisión de dejar la bebida. Ese año marca el fin del periodo que él mismo define como su "época de amargura", un antes y un después en su vida personal y profesional. Desde entonces, su relación con la industria y los premios parece haber cambiado, aunque el recuerdo de aquella noche en 2000 sigue vivo en su memoria como una lección sobre las expectativas y la realidad.

Para los espectadores españoles, 'Huracán Carter' está disponible a través de alquiler en Amazon Video, permitiendo a nuevas generaciones descubrir la interpretación que tanto significó para Washington y que, aunque no recibió la estatuilla dorada, dejó una huella indeleble en su carrera y en su vida personal, transformándolo como artista y como persona.

La confesión de Washington nos recuerda que detrás de las estrellas de Hollywood hay seres humanos con emociones complejas, vulnerables a la decepción y la frustración. Su historia es un testimonio de cómo las expectativas no cumplidas pueden generar heridas duraderas, pero también de cómo la autocrítica, el tiempo y la honestidad pueden llevar a la sanación y el crecimiento personal. En una industria obsesionada con los premios, su relato ofrece una perspectiva refrescante sobre el verdadero valor del arte más allá de las estatuillas doradas.

La lección que emerge de esta experiencia es doble. Por un lado, muestra cómo el reconocimiento profesional, aunque gratificante, no siempre sana las heridas del pasado. Por otro, destaca la importancia de la introspección y la voluntad de cambiar. Washington no solo identificó su amargura, sino que tomó medidas concretas para superarla, incluyendo dejar el alcohol. Su historia sirve de inspiración para cualquier profesional que haya experimentado un revés inesperado, recordándonos que la verdadera victoria está en cómo procesamos la derrota y seguimos adelante con renovado propósito.

Referencias

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