José Lamuño: de la quiebra tras 'La que se avecina' al renacer televisivo

El actor asturiano revela cómo perdió todo tras la serie y tuvo que repartir flyers en la Puerta del Sol para sobrevivir

José Lamuño, actor asturiano conocido por su paso por series como La que se avecina y Hospital Central, vive actualmente uno de sus mejores momentos profesionales gracias a Hasta el fin del mundo. Sin embargo, su trayectoria no siempre ha sido un camino de rosas. Tras abandonar la popular serie de Telecinco, el intérprete atravesó una de las etapas más oscuras de su carrera, marcada por la inestabilidad económica y la falta de oportunidades.

El reconocimiento llegó para Lamuño con su participación en La que se avecina, donde interpretó a un joven vecino del edificio de Mirador de Montepinar. La serie, que se convirtió en un fenómeno de audiencia, le abrió las puertas del mundo televisivo y le permitió consolidarse como rostro conocido del panorama español. Sin embargo, su salida del programa en 2009 desencadenó una crisis profesional que duró casi una década.

En una entrevista concedida a El País en diciembre de 2020, el actor desveló la cruda realidad que vivió tras su despedida. "Pensaba que por haber trabajado en televisión me iba a salir trabajo, pero no fue así", reconoció. El optimismo inicial chocó de frente con la crisis económica de 2009 y la cancelación de varios proyectos que tenía firmados, lo que le sumió en una situación de extrema vulnerabilidad.

Las consecuencias fueron devastadoras. "El dinero me duró tres meses, me arruiné y no tuve ni para pagar el piso", confesó Lamuño. Esta declaración resume el desamparo que sintió al ver cómo sus ahorros se evaporaban sin que llegaran nuevas ofertas profesionales. Para sobrevivir en Madrid sin abandonar su sueño de ser actor, tuvo que aceptar empleos alejados del mundo de la interpretación.

La lucha por la supervivencia le llevó a realizar tareas que poco tenían que ver con su formación artística. Repartía flyers en la Puerta del Sol en plena madrugada, trabajaba en bares y asumía cualquier empleo temporal que le permitiera pagar las facturas. Esta situación se prolongó durante años, y tras finalizar su etapa en Hospital Central en 2011, los castings escasearon hasta el punto de que "casi no volví a trabajar", admitió.

El periodo de sequía profesional duró hasta 2018, unos nueve años en los que la incertidumbre fue su única constante. Durante ese tiempo, recurrió a la terapia para mantener la salud mental y probó suerte en diversos sectores. Llegó a vender pisos de lujo y a trabajar como bedel en un colegio, siempre con el objetivo de poder mantenerse en la capital sin tener que renunciar definitivamente a su vocación.

En enero de 2021, en una entrevista con Esquire, Lamuño ahondó en las heridas de aquella etapa. "Una persona muy importante me dijo que de mí ya solo interesaba mi Instagram y que, una vez que eso acabara, mi carrera estaría muerta", recordó. Esta frase resume el desprecio con el que el sector a veces trata a los profesionales en declive, reduciendo su valía a su capacidad de generar contenido en redes sociales.

El contraste entre la exposición mediática anterior y su nueva realidad era brutal. "Por la noche te ven millones y a la mañana siguiente vas al cole a hacer ñapas con el mono azul", describió, evidenciando la brecha entre la fama efímera y la necesidad de trabajos anónimos para subsistir. Esta dualidad marcó un proceso de revisión personal que le obligó a cuestionar muchos aspectos de su carrera.

La relación con las redes sociales se convirtió en un dilema moral. "Me perdí ahí, pero es difícil decir 'no' cuando te ofrecen una pasta que necesitas", reflexionaba sobre los compromisos publicitarios que aceptaba por pura necesidad económica. Sin embargo, esta etapa de supervivencia también forjó su carácter y le preparó para el regreso que estaba por llegar.

El renacer profesional de Lamuño llegó de la mano de Hasta el fin del mundo, el programa que comparte con Aldo Comas. El formato, que les lleva por diferentes enclaves de América Latina, ha permitido al actor mostrar una faceta más íntima y auténtica, lejos de los focos artificiales de la ficción. En el último episodio, protagonizaron uno de los momentos más emotivos del programa en el Salar de Uyuni, brindando al atardecer y compartiendo vivencias personales.

Esta nueva oportunidad contrasta radicalmente con los años de ostracismo. Mientras que antes luchaba por pagar el alquiler, ahora viaja por el continente americano compartiendo su historia de superación. El programa ha conseguido conectar con el público precisamente por esa honestidad, mostrando a un artista que ha tocado fondo y ha sabido resurgir.

La trayectoria de Lamuño sirve como ejemplo de la precariedad que viven muchos actores españoles cuando desaparecen de la primera línea mediática. Su caso pone de manifiesto la brecha entre el éxito televisivo y la estabilidad laboral real, así como la falta de estructuras de apoyo para los profesionales del sector.

Ahora, con la perspectiva que da el tiempo, el actor asturiano puede mirar atrás y valorar lo aprendido. La crisis le enseñó humildad, resiliencia y la importancia de diversificar fuentes de ingresos. También le hizo comprender que la fama es efímera y que lo verdaderamente importante es la pasión por el oficio.

El futuro de Lamuño parece más prometedor que nunca. Su participación en Hasta el fin del mundo le ha devuelto la visibilidad y le ha permitido reconectar con una audiencia que valora la autenticidad sobre el artificio. Lejos de ocultar su pasado, el actor lo utiliza como herramienta para inspirar a otros profesionales que puedan estar atravesando momentos similares.

La historia de José Lamuño es un recordatorio de que el éxito en el mundo del espectáculo no es lineal y que las caídas pueden ser tan espectaculares como los ascensos. Sin embargo, también demuestra que con perseverancia y talento es posible volver a encontrar el camino, aunque ello requiera atravesar años de incertidumbre y trabajo anónimo.

En definitiva, el actor ha pasado de repartir flyers en la madrugada madrileña a brindar en el Salar de Uyuni, simbolizando un viaje no solo geográfico, sino también emocional y profesional. Su testimonio destaca la necesidad de un debate serio sobre las condiciones laborales en el sector audiovisual y la importancia de no juzgar a los artistas por sus momentos de éxito o fracaso.

Referencias

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