Edurne Pasaban: del Himalaya al trail running en Prades

La primera mujer en conquistar los 14 ochomiles encuentra en las carreras de montaña la libertad que vivía en las grandes expediciones

Edurne Pasaban (Tolosa, 1973) representa un hito indiscutible en la historia del alpinismo mundial. En mayo de 2010 se convirtió en la primera mujer en coronar los catorce ochomiles del planeta, culminando una década de expediciones extremas con la cima del Shisha Pangma. Quince años después, esta ingeniera y conferenciante ha reorientado su pasión hacia el trail running, disciplina que le permite seguir conectada con la montaña desde una perspectiva diferente. Su participación reciente en el 25k de la Muntanyes de Prades Epic Trail Costa Daurada confirma esta nueva etapa vital.

La presencia de Pasaban en la prueba tarraconense sorprendió a muchos participantes y organizadores. Sin embargo, para ella, la elección de esta carrera respondió a una lógica personal: «Vine a esta zona hace tiempo para observar las estrellas y practicar barranquismo. Descubrí un territorio con un potencial enorme, muy cercano a mi hogar actual en la Vall d’Aran. Cuando supe de la existencia de esta prueba, no dudé en apuntarme», explica la deportista.

La Muntanyes de Prades Epic Trail Costa Daurada se ha consolidado como una cita referente en el calendario catalán de trail running. Para Pasaban, su valor reside precisamente en mantener la esencia auténtica del deporte de montaña: «El año pasado ya participé y me impresionaron el entorno, el terreno técnico y el ambiente familiar. Es una prueba que conserva su espíritu, algo que se pierde cuando las carreras se masifican excesivamente», reflexiona.

El cambio de paradigma deportivo de Pasaban llegó de forma natural. A sus 52 años, reconoce que sus rodillas ya no están para grandes exigencias alpinísticas, pero su necesidad de retos permanece intacta. «Soy una persona que necesita objetivos claros. Antes entrenaba exclusivamente para las expediciones. Ahora, viviendo en la Vall d’Aran, tengo infinitas posibilidades de salir de casa y adentrarme en la montaña corriendo. El trail se ha convertido en mi forma ideal de entrenamiento y, sobre todo, de recuperar esa sensación de libertad que experimentaba en el Himalaya», confiesa.

La maternidad ha sido otro factor determinante en esta transición. Con un hijo de ocho años, la alpinista mide ahora el riesgo de manera muy diferente: «No me veo alejándome dos meses y medio para una expedición. Mi percepción del peligro ha cambiado por completo. Por eso digo que vivo dos vidas distintas: la de las grandes paredes y la actual, más cercana y responsable», afirra.

Este nuevo capítulo no implica olvidar el pasado. Cuando rememora las expediciones a los ochomiles, la nostalgia es evidente: «Echo de menos aquella época constantemente. La convivencia en base camp, la presión compartida por conseguir el objetivo, las emociones extremas… Fue un periodo mágico. Además, tuvimos la suerte de vivir el Himalaya en los noventa y principios de los 2000, cuando solo estabas tú y quizás otra expedición más, con 4.000 metros de pared por delante. Hoy todo ha cambiado demasiado allí arriba», lamenta.

El trail running le ofrece a Pasaban una alternativa sostenible en el tiempo. Le permite seguir sintiendo la adrenalina, compartiendo con una comunidad que ama la montaña y asumiendo retos a su medida. «Estos pequeños desafíos me dan la energía que necesito. Correr por senderos técnicos, sentir el esfuerzo, llegar a la meta… Me reconecta con la esencia del deporte sin comprometer mi presente familiar», asegura.

Su medalla de finisher del 25k de Prades simboliza mucho más que una simple participación. Representa la capacidad de reinventarse sin perder la identidad. La misma mujer que plantó su bandera en el Everest, el K2 o el Annapurna, ahora celebra cada kilómetro recorrido en los bosques de la Costa Daurada con la misma pasión, pero con una sabiduría distinta.

La comunidad del trail running ha recibido a Pasaban con los brazos abiertos. Su presencia aporta un valor añadido a cualquier prueba, no solo por su palmarés, sino por la humildad con la que afronta esta nueva disciplina. No busca récords ni podios, sino disfrutar del proceso, del paisaje y de la conexión con la naturaleza.

Para los organizadores de la Muntanyes de Prades, contar con una figura de su calibre supone un reconocimiento internacional. «Cuando alguien como Edurne elige nuestra carrera, valida todo el trabajo que hacemos por mantener la autenticidad. No buscamos ser la mayor, sino la más especial», comentan fuentes de la organización.

El futuro de Pasaban pasa por seguir explorando el mundo del trail running. Aunque no descarta nuevos proyectos alpinísticos de menor envergadura, su foco actual está en disfrutar de la montaña desde una perspectiva más ligera y accesible. «No necesito ir al otro lado del mundo para sentirme viva. A veces, la aventura está a dos horas de casa, en un bosque de coníferas o en una cresta rocosa con vistas al Mediterráneo», concluye.

Su historia sirve de inspiración para muchos deportistas que temen el paso del tiempo. Demuestra que la pasión no tiene fecha de caducidad, que los retos pueden adaptarse a cada etapa vital y que la verdadera grandeza reside en saber reinventarse sin perder la esencia. Desde las cimas del mundo hasta los senderos de Prades, Edurne Pasaban continúa escribiendo su leyenda, ahora con un ritmo diferente pero con el mismo espíritu indomable.

Referencias

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