El Tribunal Supremo de Rumania ha puesto fin a una disputa legal de casi diez años. El fallo, emitido el pasado miércoles, establece que el FCSB Bucarest no puede seguir reclamando el ilustre palmarés del Steaua Bucarest, el club del cual surgió entre 2003 y 2017. Esta resolución histórica deja al FCSB únicamente con los dos campeonatos de liga conquistados en las últimas campañas, mientras que el legado completo, que incluye 26 títulos domésticos y la Copa de Europa de 1986, regresa a sus verdaderos dueños.
El abogado del Club Deportivo del Ejército Steaua, Florin Talan, celebró públicamente la victoria: "¡Hemos ganado! ¡El FCSB no es el Steaua y nunca lo será!". Esta declaración resume el sentir de los seguidores del club militar, que actualmente compite en la segunda división rumana. Talan además advirtió que tanto la Federación Rumana de Fútbol (FRF) como la UEFA están obligadas ahora a reconocer los derechos del Steaua original. "Este veredicto significa mucho, no solo el final del camino, sino un comienzo de un nuevo rumbo", añadió el letrado, subrayando que las autoridades futbolísticas deben ahora actuar en consecuencia.
La Asociación de Aficionados del Steaua 1947, la principal peña del club, exigió que el FCSB indemnice por los perjuicios causados durante años de usurpación de identidad. También instaron a las autoridades futbolísticas a que comuniquen oficialmente la sentencia a la UEFA, organismo que hasta ahora atribuye todo el historial, incluida la mítica Copa de Europa ganada al Barcelona en Sevilla, al club privado. "El [nuevo] Steaua tiene ahora todos los argumentos para pedir el reconocimiento ante la FRF y la UEFA", indicaron en un comunicado oficial.
Para entender el conflicto, hay que remontarse a 1947, cuando el Steaua Bucarest nació como el equipo del Ejército rumano durante el régimen comunista. Durante décadas, se convirtió en el club más laureado de Rumanía, acumulando 26 ligas nacionales y conquistando la máxima gloria continental en 1986 al derrotar al Barcelona en la final de Sevilla. Aquella noche, el Steaua se convirtió en el primer equipo de un país del Este de Europa en alzar la Orejona, un logro que trascendió lo deportivo y se convirtió en símbolo nacional durante la época de Ceausescu.
Sin embargo, en 2003, el Ministerio de Defensa vendió el club a intereses privados, obligado por las normativas de la UEFA que prohibían la participación de instituciones estatales en competiciones europeas. Este cambio de propiedad mantuvo el nombre y la esencia del Steaua, pero sembró las semillas del futuro litigio. La transacción, liderada por el controvertido empresario George Becali, permitió al club seguir compitiendo en Europa, pero cuestionaba la propiedad de la marca y su legado histórico, ya que el acuerdo no incluía explícitamente la transferencia de derechos de la denominación.
La crisis estalló en 2017 cuando la Corte de Apelación de Bucarest determinó que el club privado no tenía derecho legal a usar la denominación "Steaua" ni su escudo característico. Como consecuencia, el equipo pasó a llamarse oficialmente FCSB (Fotbal Club Steaua București), mientras que el Ministerio de Defensa aprovechaba para crear un nuevo club con el nombre y símbolos originales, comenzando su andadura en la cuarta división. La decisión judicial argumentaba que la marca "Steaua" pertenecía al Ejército y no había sido transferida correctamente en la venta de 2003, invalidando años de uso.
A pesar del revés judicial, la masa social del FCSB, con cientos de miles de seguidores, permaneció fiel al equipo que veía como continuador del legado. Los hinchas argumentaban que el espíritu del club residía en los jugadores, los colores y la afición, no en la propiedad estatal. Sin embargo, la justicia ha terminado por separar definitivamente ambas entidades, estableciendo que la identidad legal y el palmarés son indivisibles del club fundacional, una interpretación que prioriza los aspectos legales sobre los sentimentales.
El nuevo Steaua, dirigido por la leyenda Marius Lăcătuș (exjugador del Real Oviedo), ha escalado posiciones y actualmente se encuentra en la segunda división, cerca del ascenso a la máxima categoría. El proceso ha sido arduo, pasando por las categorías inferiores y reconstruyendo la base del club desde cero. Mientras tanto, el FCSB, privado de su historia, debe construir una nueva identidad con apenas dos títulos de liga en su haber, conquistados en las últimas temporadas tras nueve años de sequía, el último bajo la dirección del mítico Gheorghe Hagi con el Farul Constanța.
El próximo paso crucial será la reacción de la UEFA. La organización europea ha mantenido siempre que el palmarés pertenece al club que participa en sus competiciones, es decir, el FCSB. Sin embargo, la sentencia del Tribunal Supremo rumano podría forzar un cambio de criterio, aunque la FRF ya ha anunciado que no se pronunciará hasta conocer los detalles completos de la sentencia. La UEFA tendrá que decidir si respeta la decisión de un tribunal nacional o mantiene su política de continuidad deportiva, lo que podría generar tensiones entre el derecho civil y el deportivo.
Este caso establece un precedente importante en el derecho deportivo europeo, cuestionando cómo se gestionan las identidades clubísticas y sus legados históricos cuando cambian de manos. La separación entre el Steaua del Ejército y el FCSB privado no solo afecta a Rumanía, sino que abre debates sobre la propiedad de la historia en el fútbol moderno. Expertos jurídicos señalan que esta sentencia podría influir en casos similares en otros países donde la propiedad de clubes históricos ha cambiado de manos de forma controvertida, como en Grecia con el PAOK o en España con equipos fundados por instituciones.
Mientras tanto, los aficionados del Steaua original celebran la recuperación de su identidad, y los del FCSB enfrentan una nueva realidad: su club es ahora una entidad sin pasado glorioso, obligada a forjar su propio camino en el panorama futbolístico rumano. La decisión judicial, aunque definitiva en el ámbito nacional, deja preguntas sin respuesta sobre cómo se implementará a nivel internacional y qué sucederá con los registros históricos de la UEFA. Lo que está claro es que el fútbol rumano nunca volverá a ser el mismo después de esta sentencia que separa definitivamente el pasado del presente.